Son malos tiempos para los derrochones. El precio de la luz ha subido en España más de un 35% en apenas un año. Y amenaza con seguir escalando precios. Pero esta vez la culpa no es del Gobierno. Se debe a dos problemas: el encarecimiento del precio del gas natural, del que nuestro país es muy dependiente, y el mercado especulativo creado alrededor de los derechos de carbono que las empresas energéticas están obligadas a comprar.
"Es la economía, estúpido", no paran de decirnos los que saben de esto y se forran con esto. "Es la transición energética, ceporro", les replican otros. El verdadero problema es que la crisis climática nos está metiendo en un túnel oscuro cuya luz (renovable), allí al final, es todavía muy cara, pues hemos empezado muy tarde a poner en marcha una descarbonización de la economía cada vez más urgente.
No es un problema exclusivamente español. En Francia la luz no es tan cara porque mantiene una potente (y peligrosa) energía nuclear que no paga derechos de carbono, pero sufre a cambio un alza de los carburantes (gasolina a 1,65 euros el litro) que empieza a desestabilizar el país. El Gobierno, preocupado y en periodo electoral, regalará antes de Navidad un cheque de 100 euros a cada francés que gane menos de 2.000 euros al mes, tenga coche o no, para paliar el impacto de esta subida.
Pero el problema no se arregla con subvencionar la energía para reducir su precio. El verdadero reto es que cada vez habrá menos combustible fósil en el mercado y será más caro. Urge cambiar el chip cuanto antes, pasar a la energía renovable a máxima velocidad. Pero antes habrá que ir pensando en reducir un consumo disparatado que nos ha llevado a este túnel con salida tan estrecha.
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