En España es impensable que el Estado se negase a extraditar a un condenado de otro país que nos hubiese elegido como destino de fuga. Seremos una democracia joven, pero las reglas básicas las tenemos muy interiorizadas. Bélgica –un país en el que hasta los atentados de 2015 era ilegal hacer registros de noche– es diferente. Justo por eso, Puigdemont lo eligió para fugarse. La maquinaria arranca de nuevo para conseguir su regreso y ya se intuye que Bélgica no ayudará. Falta por saber si llevará el pulso hasta el final.
OPINIÓN10.03.2021 - 07:19h
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