Muchos de ustedes serían muy pequeños la primera vez que llegó a sus manos un relato muy especial: el del viajero que, tras todo tipo de percances, descubría lugares maravillosos en los que la gente era diminuta o, para variar, el diminuto era él. En cambio Jack Black, uno de los cómicos más exitosos del cine reciente, no conocía el libro que Jonathan Swift publicó en 1726, hasta que la maquinaria de Hollywood le planteó rodar una nueva película sobre la novela. "Me dijeron que lo leyera", explica el actor en Londres, "y me encantó. El personaje, como todos, estaba lleno de fortalezas y debilidades. Y son estas últimas las que le hacían adorable".

Dicho y hecho: con el protagonismo absoluto de Black, la película se puso en marcha. A las riendas del proyecto, Rob Letterman, especializado en el cine de animación (dirigió El espantatiburones y Monstruos contra alienígenas). Y en el reparto, además de Black, las hermosas Emily Blunt (El hombre lobo) y Amanda Peet (2012).

La historia, la misma que Swift creara hace casi tres siglos, aunque adaptada a los nuevos tiempos. "Conecté tanto con el personaje", explica Black, "que terminamos creando una especie de álter ego. Lleva las mismas zapatillas que yo, escucha mi música favorita y, como a mí, le encanta La Guerra de las Galaxias. Dios... ¡Si hasta también a mí una novia tuvo que pedirme, en el cine, que dejara de llorar con Titanic!».

Porque, y ese es el punto de partida de la película, este nuevo Gulliver es un chico triste. Apenas tiene amigos y la chica de sus sueños, con la que comparte trabajo, le resulta inaccesible por su extrema timidez. Pero una casualidad de la vida (en realidad, una mentirijilla para impresionarla) termina enfrascándole en un solitario viaje del que volverá muy cambiado. Es lógico: no todos los días uno termina convertido en una especie de Dios para un puñado de liliputienses, ni vestido de mujer al ser confundido con una muñeca por unos torpes gigantes.

¿Cuál fue el mayor reto para un tipo que lleva años haciendo todo tipo de comedias? "El transmitir", explica el actor, "las emociones de un gigante, o un enano, en constante peligro cuando en realidad lo único que me rodeaba era tecnología".

Pero valió la pena: una vez más, por la historia. "Es un libro muy divertido", dice Black, "una aventura hilarante. Tiene comedia y ciencia ficción... O mejor dicho, fantasía. Es una película llena de fantasía".

Fantasía, una historia eterna, las cada vez más habituales tres dimensiones, y unas pinceladas de humor grueso son los principales ingredientes de una cinta llena de guiños al público juvenil, el mismo que desde pequeño conoce la leyenda, pero al que no vendrá nada mal que se la refresquen en pantalla grande.

Desde el principio la carrera de Jack Black ha seguido dos líneas de las que pocas veces se ha apartado: la comedia y el musical. Es raro no verle en sus películas tocando instrumentos musicales o desgañitándose imitando al líder de alguna banda de rock.

Quizá fue en Escuela de rock (Richard Linklater, 2003), donde ambas pasiones dieron un mejor resultado en la gran pantalla, en una película adorable y más que recomendable para niños y mayores. Pero Black ha hecho mucho más: su inconfundible presencia adornó cintas como Tropic Thunder, Rebobine por favor, King Kong o, más brevemente, Alta fidelidad. También ha prestado su voz a las cintas de animación Kung Fu Panda, El espantatiburones o Ice Age.

BÍO: Black nació en California, EE UU, en 1969. Sus padres, ambos ingenieros, se separaron cuando él tenía 10 años.  Está casado con la chelista Tanya Haden, con la que tiene dos hijos.