OPINIÓN

¿A quién se parece Milei?

Javier Milei, presidente de Argentina
Javier Milei, presidente de Argentina
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Javier Milei, presidente de Argentina

Busca la gente paralelismos entre Milei y Vox cuando Milei en realidad no se parece más que a sí mismo, escuché en el metro. La conversación la tenían dos treintañeros -ella y él- con gafas de pasta, como las mías, solo que ellos parecían llevarlas más por adorno que para ver de lejos.

Cuando llegamos al final de la línea, al poco de salir del vagón y tomar el larguísimo pasillo hacia la luz, me atreví a preguntarle a ella qué quería decir con eso de que Milei no se parecía a Vox, sino a sí mismo. Tiendo a exigir precisión no solo en mis interlocutores, sino también en quienes conversan cerca de mis oídos. No me aproximo, no hago esfuerzo por escuchar, no espío, pero si hablas en voz alta a menos de un metro allí estaré para captar el mensaje y hasta corregirlo.

La pareja del metro me aclaró que no hablaban de Milei, sino de un tal Miguel, y que no mencionaron a Vox, sino a Tos, un amigo suyo apodado así por haber padecido tuberculosis. A pesar de la confusión, la conversación me dejó pensando: ¿A quién se parece Milei?

Su peinado señala una senda hacia Trump; solo que la cabellera estrepitosa de Milei es auténtica y la de Trump parece pura trampa, un artificio chillón, pero hueco. Tengo una amiga que dice que el cabello expresa cabal y fielmente la personalidad de su portador. Si así fuera, el cabello de Trump nos hablaría de un farsante, mientras que el de Milei lo haría de un fanático desbocado. Se le compara con Vox porque irrumpió como estrella en el masivo acto preelectoral de Vistalegre para cantar rock y arremeter contra los zurdos. Los zurdos, los izquierdistas, los siniestros, que dijo Abascal.

(Alguien nos debería indemnizar a quienes usamos preferentemente la mano izquierda por el odio impregnado en el lenguaje. Si todo lo bueno es diestro y todo lo malo, siniestro, ¿por qué debemos los zurdos soportar esta connotación negativa? Merecemos una disculpa, y tal vez una indemnización, por lo que hicieron los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos diestros a los zurdos contrariados y tartamudos de siglos pretéritos y por el diccionario de hoy. A ver si empiezan los woke de Estados Unidos a mover la cosa para que aquí cunda el ejemplo).

Otro amigo dice que nunca vota por ideología, sino por proyección personal. Se figura tomando una caña o un vino con el candidato y, si se ve cómodo, lo vota. No es un mal punto de partida, pero curiosamente siempre acaba votando a las mismas siglas. No me imagino a Milei tomando cervezas con Trump, la verdad, y tampoco con Abascal. Me lo figuro más bien con Cicciolina.

¿Quién es Cicciolina?, preguntarán los más jóvenes. En los años ochenta irrumpió con éxito en la genial Italia un partido político que sorprendió mucho en España. Parecía de izquierdas y anarquista, pero era más bien de derechas. Uno no comprendía nada. El Partido Radical Italiano estaba a favor de los derechos de los homosexuales –cuando la cosa no estaba tan clara–, de la despenalización del consumo y tráfico de drogas, de la eutanasia y de suprimir cualquier cortapisa en la moral pública, pero luego se mostraba acérrimo partidario del libre mercado, en el que sus dirigentes creían casi tanto como Milei, abominaba del Estado y comulgaba con cualquier política israelí. Cicciolina, su candidata y estrella del porno, mostraba un pecho en público y una turba de varones italianos la rodeaba para tocárselo.

Es verdad que Milei tiene algo de fanático religioso —su dios: el mercado—, a diferencia de los alegres radicales. Sin embargo, los vínculos culturales entre argentinos e italianos nos permiten trazar un puente entre sus sociedades políticas. Creadoras del fascismo y del peronismo, los proyectos colectivistas más perdurables del siglo XX, se inventaron a la insólita Cicciolina y ahora nos presentan un nuevo y audaz experimento: un liberalismo salvaje y disparatado que promete llevarnos al paraíso con música rock, el pelo alborotado y la ley de la selva. Así como los venezolanos más pobres votaron en su día por Hugo Chávez, hastiados de la desigualdad y creyendo que peor no podrían estar, ahora los argentinos arruinados, cansadísimos de los abusos de su casta política —parlamentarios con más de treinta asesores elegidos a dedo entre familiares y amigos—, han roto la baraja en sentido contrario. No es que Milei se parezca a sí mismo, es que se parece a la época que vivimos.

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