Entrevista

Al Safir: "La falta de responsabilidad se traduce en ruina"

Al Safir durante un concierto
Al Safir durante un concierto
CEDIDA
Al Safir durante un concierto

Hace rap de la sierra de Madrid, es un gran fan de Marruecos y su actual oficio no le encantaba de chaval. 

Diego Izquierdo, más conocido como Al Safir, es uno de los grandes artistas madrileños. Considerado un peso pesado dentro del rap underground, sus canciones descarnadas a caballo entre el croché y la caricia le han ayudado a acumular un auténtico ejército de fans que conquistaría Carabanchel si lo ordenara con un tranquilo chasquido de dedos.

Este artista nacido en 1995 cuenta que ya desde pequeño lo reconocían por la calle gracias a sus canciones, aunque en aquellos años no grabara videoclips y los temas se hicieran en casa de un productor que cobraba poco menos que la voluntad. 

Tras su paso por la cárcel, Al Safir se profesionalizó, consiguiendo vivir de la música, comprarse una casa y estar tranquilo. Ahora, acaba de estrenar su cuarto álbum de estudio, Black Ops, un disco con unos visuals muy potentes (la trama va de robar unas joyas) en el que cuenta cómo es su vida ahora que está alejado del ruido de la calle y la mala vida. 

En un local del madrileño barrio de Puerta del Ángel, charla con 20Minutos en su primera entrevista para un medio escrito (más adelante explicará por qué): 

Concede esta entrevista porque estrenó nuevo álbum, 'Black Ops'. ¿Qué significa? "Operaciones encubiertas", significa. La gente cree que es por el videojuego, pero es más bien por cómo nos hemos criado. Quería darle un poco de seriedad al concepto, y... ¿qué hay más serio que robar unas joyas de 12 millones de euros? (Risas.) Eso es en lo visual, claro; en lo musical, son temas que he seleccionado de lo que he ido haciendo este último año y medio. Es ya el cuarto álbum de estudio. La gente cree que hay tres, pues el primero, Vandals, no está en Spotify. 

¿Hay mucha evolución, en cuanto a sonido y letras, respecto a sus anteriores trabajos? Sí, claro. Al final, antes hablaba de otras cosas. Ahora hablo de lo que vivo, de lo que me toca. Tengo menos preocupaciones y más lujos; también más mujeres (risas). 

¿Ha cambiado mucho su forma de trabajar desde que vive de la música?No lo pienso. A mí me pasan una base y grabo la canción en casa, no me gusta ir al estudio. Salvo que tenga algún compromiso, como ir a grabar con algún colaborador que prefiera el estudio, lo sigo haciendo en mi casa; me gusta hacerlo mientras fumo, con algún colega que le dé a los botones y ya. 

Al Safir durante la grabación de uno de sus videoclips
Al Safir durante la grabación de uno de sus videoclips
CEDIDA

En este nuevo álbum mantiene el discurso callejero que lo caracteriza, pero ya vive de la música y los viejos años quedaron atrás. ¿Se puede seguir hablando de la calle teniendo cierta posición en la industria? Sí, claro. Al final, la calle es una escuela. ¿Por qué vas a hablar mal? Las historias se acaban, por eso ya no hablo de lo que me pasa como tal. Si hablo, es de los recuerdos que quedan; cuando me bajo a la calle con los chavales ya no me mancho las manos. Ahora me inspira escribir de la familia, de las mujeres, de los problemas con los amigos y de lo que me toca más dentro. Aunque también hay momentos para el vacileo, claro (risas).  

El trabajo del artista, el suyo y el de todos, es crear belleza. ¿Se encuentra belleza en los problemas callejeros de los que tanto ha cantado? Sí. En la calle ves al humano salvaje. La calle me atrae tanto porque es la que me acogió cuando nadie más lo hizo. 

En esta entrevista, me doy cuenta mientras hablo con usted, tiene una actitud muy calmada en comparación con su actitud en las canciones. ¿Qué siente cuando se pone frente al micro? No sé, tío, me gusta (risas). Es como subirse al ring, yo lo veo así. Me pongo a grabar e intento sacar lo mejor. No hay ninguna emoción especial, depende mucho de la canción que esté grabando; si hay chulería, me dejo llevar por la rabia; si hay sentimiento, me pongo a bailar con él. 

Habla mucho también del rap de la sierra, separándolo de lo que llamaríamos rap de Madrid. ¿Cuáles son las diferencias? Son dos vertientes, al final. Está la corriente de gente como Acqua Toffana, que es más sibarita y pulcra con las letras, y está la estirpe bastarda, que es más de contar a piñón lo que se siente. En esa corriente está Gloosito, el Grecas, Natos, yo... Hay un huevo de gente ahí. 

¿Cómo influye ese contexto propio de la sierra, a caballo entre el campo y la ciudad, en lo musical? Supongo que en la sierra, al llevarnos siempre con la misma gente, tenemos las mismas expresiones, mientras que en Madrid hay mucha más gente y no te cruzas todos los días con los mismos. A lo mejor en Madrid tienes que cuidar un poquito más la estética y la imagen, mientras en la sierra puedes salir hecho un maltrapa que da igual, todos ya saben cómo eres. 

Esta es la segunda entrevista que concede en toda su vida, la primera a un medio escrito. ¿Por qué? No me gusta mucho. Prefiero separar la música de mi vida, y cuanto menos sepan de mí, mejor. Ahora hago alguna entrevista para promocionar el disco y ya está, pero mi vida va aparte. Nunca he tenido ninguna mala experiencia ni nada, es solo que no me gusta. De hecho, yo de pequeño no hacía videoclips. Todos los chavales estaban haciendo vídeos y yo nunca hacía, porque no me gustaba salir. Yo nunca quise ser rapero, pero llegó un momento en el que era tonto si no lo cogía. Sabía que si hacía vídeos y me lo tomaba un poco en serio podía triunfar y comprarme una casa. 

¿Cómo es eso de que no quería ser rapero? Nunca me ha gustado exponerme demasiado, yo de chaval me dedicaba a otras cosas en las que estaba mal visto estar expuesto, y ninguno de mis chavales es rapero. De hecho, se reían de mí, aunque ahora ya no porque gano más dinero que ellos (risas). 

Pero parece que en los últimos años todo eso ha cambiado, ¿no? Ahora está bien visto presumir en la canciones de, digamos, dedicarse a actividades ilícitas. En América siempre ha sido así, yo creo; siempre les ha gustado enseñar. Pero es lo que digo, tenía que hacerlo; tenía que sacar adelante esto para no estar currando en algo que no me gusta. Este trabajo tiene sus cosas, como todos. A mí hacer vídeos no me gusta; hacer mis canciones y que sean reconocidas, sí. Ahora, después de la promo del disco, que ya me he expuesto un montón, quiero estar un tiempo sin sacar un solo vídeo, solo publicando las portadas de los temas como hacía antes. 

Lo que no entiendo es eso de que no quería ser rapero. Si no le gustaba, ¿por qué empezó a hacerlo? Era lo que había. Los chavales fumaban porros, jugaban al fútbol y rapeaban. También hacían mucho freestyle, pero a mí no me molaba lo de las batallas de gallos. Yo pensaba que grabar canciones era para los profesionales, y de repente escuché a Natos, que se grababa ya sus temas, y pensé que yo también lo podía hacer. De hecho, el primer tema lo hice con un colega de ellos, con Sancourts, un tío que nos puso a grabar a todos los de aquella época. Él tenía su estudio en la habitación de casa y tenía una huchita para los que quisieran echar algo por grabar, y ni Dios le echaba una moneda al pobre (risas). 

¿Qué recuerda de aquellos primeros años? Que me flipaba. Recuerdo que me escribía un tema por la noche y al día siguiente estaba buscando a todo el mundo para grabar porque necesitaba sacarlo. Íbamos todos los días al estudio y los que estuviésemos ahí nos hacíamos un tema juntos. Molaba mucho. Éramos veinte chavales. El principio lo recuerdo con muchísimo cariño. 

¿Y qué es lo que más echa de menos de aquella época? Nada. No puedo echar de menos nada de eso. Quizá la falta de responsabilidad, pero es que la falta de responsabilidad se transforma en ruina (risas). 

Pues reformulo la pregunta: ¿qué es lo que más le gusta de lo que está viviendo ahora? Ver los resultados; ver que todo ha servido para algo. Me he comprado una casa rapeando. Joder, es que lo venía pensando en el coche: tío, que me he comprado una casa fumando porros (risas). Algo que me gusta hacer se ha traducido en éxitos y logros sin haber cambiado mi forma de ser ni haber tenido que aguantar a un jefe que me diera la chapa. 

Ha mencionado varias veces en esta entrevista a Natos. ¿Es una referencia para usted? Sí, claro, Natos es el mejor. Recuerdo que antes de que sacase temas yo le iba a ver a las batallas. Ya era fan antes de que hiciera música. 

Precisamente, estos días se ha debatido mucho en redes sociales sobre si Natos y Waor han sido una referencia para los raperos. ¿No cree que se los ha infravalorado mucho desde ciertos sectores? Sí, sí; les han caído palos por todos lados. Por envidia, por supuesto. Se han metido mucho con Waor por estar con el Natos, que le decían que se estaba acercando, pero yo pienso que ninguno de ellos hubiese llegado donde ha llegado sin el otro. Fueron también los primeros en querer monetizar de verdad su música, a nosotros nos abrieron totalmente la veda. Ellos sabían perfectamente lo que tenían que hacer. Le han hecho oídos sordos a las críticas y mira, así de bien les ha ido. 

De hecho, hace no demasiado grabó un tema con ellos. ¿Cómo fue? Buah, fue una ilusión tremenda. Se lo he dicho varias veces al Waor, que el día que estuve grabando el vídeo con ellos fue uno de los más felices de mi vida. No hacía más que pensar mientras lo grababa que estaba haciendo algo con los pesos pesados de España y encima estaba saliendo guapo. Me fui a Marruecos para escribirlo y ese sí lo grabé en el estudio, que no podía hacerlo en casa (risas). Quedé muy contento, para mí es lo más grande que he hecho en la música. 

¿Cuál es su aspiración en los próximos años? Ganar más dinero. De momento, nada de videoclips, que Youtube está pagando muy poco. 

Colaborador '20minutos'

Periodista cultural, columnista, repotero y lo que surja; ha colaborado con una docena de periódicos y radios. Centenial que intenta explicar el centenialismo. Autor de 'Más allá de la noche' (Akal Ediciones, 2022)

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