Nadie quiere una escalada bélica en Oriente Próximo, ni siquiera el gabinete de guerra de Israel; al menos no todos los que lo forman junto al primer ministro Benjamin Netanyahu. Sería una guerra de consecuencias difíciles de imaginar, más allá de las evidentes en el terreno económico: como poco, gasolina más cara, frenazo al PIB y también a la bajada de la inflación.
Irán es una actor de peso en la región y sus argumentos militares son muchos. Por algo es la 14ª potencia militar del mundo. Pero también dispone de otro tipo de herramientas para presionar a otras naciones. Cuando el pasado 13 de abril de julio, la Guardia Revolucionaria Islámica abordó un carguero "vinculado a Israel" en el estrecho de Ormuz, quedó subrayada la importancia crucial de este paso hacia el Golfo Pérsico y de cómo los iraníes pueden controlarlo.
El estrecho de Ormuz es una vía de agua en forma de gancho entre Irán y Omán, que fluye desde el Golfo Pérsico hasta el Golfo de Omán —y más allá hasta el Océano Índico—. En la costa norte se localiza Irán y en la costa sur, Musandam, enclave omaní. Es angosto. Aunque su anchura media supera los 60 kilómetros, en su parte más estrecha hay solo 33 kilómetros. Pero el tráfico marítimo lo hace por dos vías y cada una mide apenas 3 kilómetros.
21 millones barriles de crudo al día
Ormuz es un punto estratégico del globo para el comercio internacional y el estrangulamiento de tránsito de petróleo más importante del mundo. Es de hecho, el único camino para dar salida al petróleo del Golfo Pérsico. Eso se traduce en que este estrecho conecta con el Mar de Arabia a Irán, Kuwait, Arabia Saudita, Bahréin, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Según datos de Vortexa, Arabia Saudí es el país que más petróleo crudo y condensado mueve a través de Ormuz.
Por esta estrecha vía marítima pasa el 20% del crudo del planeta y aproximadamente el 35% del comercializado por mar. Se calcula que circulan más de 20 millones barriles al día (21 millones en 2022). Eso es casi un tercio del comercio marítimo mundial de petróleo, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA).
También para España
Los flujos a través de Ormuz en 2022 y la primera mitad de 2023 representaron más de una cuarta parte del total del comercio marítimo mundial de petróleo. Además, según datos de la EIA, alrededor de una quinta parte del comercio mundial de gas natural licuado también transitó por esta vía marítima.
La EIA estima que el 82% del crudo y el condensado que transitó en 2022 por este estrecho se dirigió a los mercados asiáticos: China, India, Japón y Corea del Sur. Claro que bloquear Ormuz también se notaría en España. Casi el 12% del petróleo y un 4% del gas natural que consumimos en 2023 pasó por esta vía marítima.
Un 12% del petróleo que España consumió en 2023 pasó por el estrecho de Ormuz
Aproximadamente el 60% de los buques que pasan por este estrecho son petroleros y metaneros. Un solo portacontenedores y su carga atravesando este estrecho puede superar fácilmente los 100 millones de dólares de carga.
El gas licuado del mayor productor mundial
Es, queda claro, el paso más importante para la producción petrolera mundial. Eso incluye el crudo de países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) como Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Pero es que, además, por Ormuz discurre la mayoría del gas natural licuado de Qatar, el mayor productor mundial (del que depende mucho la economía de Alemania desde la invasión rusa de Ucrania).
"Es un punto de ignición lógico para este juego geoeconómico, debido a su ubicación y valor estratégico para gran parte del mundo", asegura John Letzing, del World Economic Forum. Se calcula que el suministro mundial de petróleo caería como poco un 20% si Irán bloquease el estrecho de Ormuz.
¿Quién controla Ormuz?
El control del estrecho de Ormuz es cosa de tres países; todos miembros de la OPEP: Emiratos Árabes, Omán e Irán. Como vía navegable fundamental para el comercio mundial de crudo y está protegida por el derecho internacional; en su caso por la Parte III de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. El problema es que aunque Irán ha firmado este tratado, no lo ha ratificado.
Un repaso a lo ocurrido en Ormuz a lo largo de este siglo traduce lo dicho. En 2008, fuerzas del Ejercito iraní amenazaron con pasar a controlar los barcos en el estrecho si eran atacados. En 2011, en respuesta a las sanciones de EE UU y la Unión Europea, el régimen de los ayatolás amenazó con bloquear el tráfico. Y en 2023, ante el intento iraní de apresar dos buques mercantes, Washington reforzó su presencia militar en el Golfo Pérsico.
Las pequeñas alternativas a Ormuz
No hay muchas alternativas a Ormuz. Hay dos oleoductos que sortean el estrecho: el oleoducto Petroline de Arabia Saudí y el Habshan-Fujairah, en Emiratos Árabes Unidos. El primero puede transportar hasta 5 millones de barriles al día, mientras que el segundo solo 1,5 millones. Claro que estos también están expuestos al sabotaje. En 2019, los saudíes acusaron a los rebeldes hutíes de atacar y cerrar temporalmente Petroline.
A China tampoco le interesa un bloqueo de Ormuz. Pero, previsores, sus dirigentes llevan tiempo apostando por una ruta alternativa que comunica Irán con el megapuerto de Gwadar, en Pakistán. Las empresas chinas accederían a ese rincón paquistaní a través de autopistas y vías de ferrocarril que atraviesan la cordillera del Karakórum.
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