Alfonso Rodríguez Gómez de Celis Diputado socialista por Sevilla y vicepresidente primero del Congreso
OPINIÓN

La Caseta del pueblo

Caballista y coches de caballo en el recinto Ferial de la Feria de Abril de Sevilla.
Caballista y coches de caballo en el recinto Ferial de la Feria de Abril de Sevilla.
Eduardo Briones / EP
Caballista y coches de caballo en el recinto Ferial de la Feria de Abril de Sevilla.

Como siempre, el primer pie que puse el pasado sábado en el Real, al inicio de nuestra Feria de Abril, traté de que fuera cruzando la portada. Y así lo hice en la Noche del Pescaíto, en ese ritual compartido por tantos sevillanos y sevillanas.

Mis siguientes pasos se dirigieron a la calle Antonio Bienvenida, hasta llegar justo a la mitad. Allí, un pellizco me agarró el estómago. Ya no estaba en el que era su lugar la Caseta del pueblo. Ya no estaba la caseta del PSOE. Es una ausencia que no solo afecta a la militancia socialista. Ni siquiera se ciñe únicamente a sus simpatizantes. Va mucho más allá.

Tiene que ver con la memoria colectiva de nuestra Feria de Abril, por cuyo recinto nos guiamos con un mapa mental a través de determinados iconos: la Portada, la Contraportada, la calle del Infierno, la del Mercantil, la del Ayuntamiento y, sin duda, también la del PSOE.

Su desaparición, por un fallo informático en el pago de las tasas, afecta a miles de ciudadanos y ciudadanas, sobre todo a la juventud, los ‘sin caseta’ que por motivos familiares o económicos no tienen un espacio propio al que ir en el Real.

En la Caseta del pueblo se congregaba por el día la gente de los barrios y los pueblos y también daba amable acogida a los de fuera. Allí estaba su lugar, con acceso libre y gratuito a una Feria restringida para muchos por su carácter mayoritariamente privado.

Durante la noche era el principal punto de encuentro de miles de jóvenes, chicos y chicas de los que podemos asegurar que no todos eran simpatizantes socialistas. Se han quedado sin su lugar en la Feria, sin una caseta que considerar como propia.

Por eso, es responsabilidad de todos reflexionar sobre el hecho de que haya ahora allí cinco casetas de acceso privado, con menoscabo para la Feria del pueblo, esa feria que se pasea orgullosa por el albero de la calle Pascual Márquez.

Y digo que es responsabilidad de todos porque atañe a los que gobiernan ahora y a quienes lo hagan en el futuro proteger ese patrimonio del pueblo que representan las casetas de acceso público y que suponen un porcentaje mínimo en el recinto ferial. De las 1.058 casetas de la Feria de Abril, las públicas no llegan ni a una veintena.

Habría que estudiar la posibilidad de que no puedan ni deban tener las mismas condiciones de permanencia y plazos administrativos aquellas casetas de acceso libre y gratuito que aquellas otras que provienen del rancio abolengo, por poner un ejemplo.

Porque la gente, venga de donde venga, debe poder disfrutar de la Feria y seguir teniendo una caseta a la que ir. Que el acceso a la alegría no esté vinculado al origen ni al bolsillo. Es por eso que son tan necesarias las casetas de todos y para todos. Una caseta como la Caseta del pueblo.

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