Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Democracia filarmónica

La orquesta requiere respeto y armonía.
La orquesta requiere respeto y armonía.
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La orquesta requiere respeto y armonía.

Se han hecho públicos algunos vídeos cortos sobre el trabajo de Gustavo Dudamel, director venezolano de la ópera de París. En ellos se pueden ver fragmentos de ensayos con su orquesta y cómo detiene la interpretación y pide a sus músicos una mayor expresión en algunos puntos o una mayor intensidad en otros. Al ver estos documentos se entiende mejor todo el trabajo que hay detrás de un director de orquesta.

Dudamel no tiene problemas para tararear intensamente lo que quiere oír, hace ruidos complejos con su boca, pide concentración y esfuerzo con una simpatía contagiosa y exigente. Saca lo mejor de su equipo con inteligencia y dulzura. He encontrado una entrevista en la que habla de cómo funciona una orquesta y me ha hecho pensar en algo que se nos está olvidando de un modo dramático.

“No hay nada más diferente que un violín y un trombón, pero si se armonizan bien, pueden sonar de un modo maravilloso”, dice el director que, además, insiste en que no hay dos violines que suenen igual, que cada instrumento es un mundo y cada intérprete un universo. Pienso, cómo no, en nuestra sociedad y hago la comparación evidente. Somos una orquesta inmensa y no sonamos tan mal como creemos.

No está mal lo que hemos hecho tras la reconstrucción de la orquesta. Hay días que los trombones y los violines de nuestra democracia suenan bien.

El problema está en que el trombón debe entender que el violín lo complementa y viceversa. Además, los violines y trombones deben comprenderse entre sí para sonar adecuadamente. El director no tendría que perder de vista que la orquesta es un todo y que un grupo de violines o un grupo de trombones crea algo menos interesante de lo que hace una orquesta.

Existen, a grandes rasgos, dos fuerzas fundamentales en nuestro país. Si imaginamos dos vectores en ángulo recto, la resultante es una línea imperfecta, pero ascendente. No está mal lo que hemos hecho tras la reconstrucción de la orquesta. Hay días que los trombones y los violines de nuestra democracia suenan bien. Es interesante valorarlo y respetarlo. Si el director de orquesta no parte de estas premisas, quizá esté condenado a entorpecer el resultado final.

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