Del brote psicótico a un homicidio imprudente: los cambios de la defensa de Daniel Sancho sobre su salud mental

Las apariencias engañan. Las imágenes de Daniel Sancho durante la recreación del crimen, con las gafas de sol colgando y un bañador colorido, dieron pie a incontables conjeturas sobre su personalidad.
Las apariencias engañan. Las imágenes de Daniel Sancho durante la recreación del crimen, con las gafas de sol colgando y un bañador colorido, dieron pie a incontables conjeturas sobre su personalidad.
Las apariencias engañan. Las imágenes de Daniel Sancho durante la recreación del crimen, con las gafas de sol colgando y un bañador colorido, dieron pie a incontables conjeturas sobre su personalidad.
Daniel Sancho, juzgado este mes de abril en Tailandia.
ATLAS - Carlos G. Kindelán

Las apariencias engañan. Las imágenes de Daniel Sancho durante la recreación del crimen, con las gafas de sol colgando y un bañador colorido, dieron pie a incontables conjeturas sobre su personalidad. Permanecía su semblante impasible, frío al indicar cómo limpió el cuerpo de la víctima, estático al señalar dónde situó las bolsas con sus restos. Sin atisbo de pena, ni asomo de arrepentimiento.

Un vídeo que rozó lo esperpéntico si se agrega, además, el frenesí de agentes en revoloteo por la habitación donde habrían ocurrido los hechos. A muchos se los ve bromeando, incluso riendo. De la secuencia, ciertos expertos buscaron trazar el perfil psicológico de Sancho. La aparente serenidad con la que el joven rememoraba semejante atrocidad parecía indicar que sería un trastornado, un psicópata de manual. Pero a menudo las cosas no son lo que parecen.

El lenguaje corporal puede aportar pistas sobre las emociones. Durante los interrogatorios suelen utilizarse técnicas de detección de mentiras enfocadas en los movimientos y expresividad del sospechoso. Al mentir, el cerebro elabora un extra de actividad cognitiva, y el esfuerzo provoca micro-gestos que pueden llegar a delatarnos. Tensión en los músculos faciales, enrojecimiento de la piel, sudoración o cambios en la postura, indicarían incomodidad y culpabilidad. Pero esta observación sirve solo de apoyo, pues muchos individuos, ante una situación de tensión, pueden parecer culpables sin serlo. Una casa ordenada no tiene por qué implicar una mente organizada, ni un semblante tranquilo conllevaría seguridad. Sin un informe psiquiátrico detallado, toda estimación se torna especulación.

De su comportamiento y de las declaraciones de parte de su entorno, sin embargo, sí pueden estimarse consideraciones. Se trataría de un chico de personalidad narcisista y tintes psicopáticos. Para cometer un crimen de este calibre se precisa de una desconexión de empatía, típica en quienes presentan trastorno narcisista o psicopatía.

La salud mental de Daniel Sancho se convirtió en peón del juego de contrataque judicial, y la estrategia de la defensa viró en direccionalidad. Durante un tiempo se barajó la posibilidad de un trastorno mental transitorio, quizá un brote psicótico, o la aparición de un miedo insuperable. Cada elemento tiene implicaciones directas en la responsabilidad penal, por tanto, en los años de condena. No es baladí escoger adecuadamente cuál conviene explorar en un juicio.

Al inicio se mencionó el brote psicótico. Aunque la palabra "brote" pueda sugerir cierta precipitación, lo cierto es que sus efectos pueden dilatarse en el tiempo, hasta alcanzar el mes de duración. Durante su aparición, la persona afectada pierde el control de la realidad. Se suceden delirios, alucinaciones, pensamientos intrusivos, conducta extravagante o un deterioro cognitivo. El estrés, la herencia genética, las drogas o un hecho traumático suelen ser las razones para desencadenarlo.

Después se barajó la posibilidad de que Daniel Sancho pudiera haber sufrido un miedo insuperable. En el Código Penal español, junto al brote psicótico, se conforma como una de las eximentes de responsabilidad penal. También el derecho tailandés entiende que, bajo ciertas circunstancias, el miedo puede convertirse en impulso irrefrenable, tanto que enajena a quien lo padece, hasta justificar o reducir las consecuencias penales de la comisión de un delito.

La psicopatía, por el contrario, no es un descargo. Se desarrolla en múltiples niveles y tampoco está considerada como enfermedad mental grave. Quien la padece no la sufre, la maldad en estos supuestos no es justificable. Muchos asesinos en serie presentan este desvío, tanto es así que la mayor parte de descuartizadores tienen, como mínimo, ciertos rasgos psicopáticos, aunque no implique necesariamente un trastorno. Para descuartizar no hay que estar loco, aunque cueste asimilarlo.

Los análisis sobre el comportamiento de Sancho indicarían que no se trata de un psicópata puro, aunque no se descarta su presencia en algún grado. En cualquier caso, inútil siquiera mencionarlo en el juicio, porque no justificaría sus actos.

Lo crucial para aplicar eximentes o atenuantes es poder demostrarlas. Tanto el brote psicótico como el miedo insuperable parecen, en este caso, difíciles de verificar. Ahora la defensa ha descartado el trastorno mental transitorio y parece girar hacia el lado contrario: Daniel Sancho habría estado en sus plenas facultades, todo recae en justificar, desde su cordura, un desmembramiento en más de diez secciones, y el homicidio imprudente por defensa propia. La salud mental de Daniel Sancho acapara más debate social que judicial, en un juicio que se ha convertido ya, sin haber ni empezado, en el más mediático del año.

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en 'Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias' y otro en 'Criminología, Victimología y Delincuencia'.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento