Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

El artículo 92

El presidente Pere Aragonès.
El presidente Pere Aragonès.
EFE/Alejandro García
El presidente Pere Aragonès.

Aquel martes, 5 de diciembre de 1978, yo estaba en mi casa, en León. Tenía veinte años. Al día siguiente iba a votar por primera vez en mi vida. Debía de ser uno de los treinta o cuarenta españoles (no creo que fuesen muchos más) que se habían leído enterita la Constitución que se iba a someter a referéndum. Y la tenía subrayada. Casi toda con boli azul. Pero había un agresivo subrayado en rojo: el artículo 92, que decía que "las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos".

Cómo que "consultivo", rezongaba yo. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que si votamos algo y sale que no, el gobierno puede hacer que sea que sí, porque el referéndum era consultivo y no vinculante? ¿Qué trampa es esta? ¿O hay algo que no entiendo?

Con la audacia propia de los pocos años, eché mano de la guía de teléfonos de Madrid, que nunca he sabido por qué estaba en casa. Busqué el número de Enrique Tierno Galván. Increíblemente venía en el listín. Llamé. Y no se lo van a creer ustedes, pero se puso al teléfono. Y le expliqué el problema: "Buenas noches, don Enrique. Soy un ciudadano de León que va a votar mañana por primera vez y mi intención es votar sí, pero hay algo que no entiendo. El artículo 92…".

Y don Enrique, muy amable, con aquella inconfundible voz suya, me explicó que esa era una frase hecha, que lo de "consultivo" podía interpretarse como que el gobierno consultaba y nada más, y que era inimaginable que los ciudadanos dijésemos una cosa y el gobierno hiciese la contraria, ¿verdaaad?

Pues no me convenció. Aquello seguía oliendo muy mal. Así que, por culpa del artículo 92 y a pesar de mi admirado don Enrique, mi voto fue, ay, uno más de los dos millones y pico que aquel histórico 6 de diciembre llevaban impreso el 'no': me uní, por mi atolondramiento, a todos los fachas del país… y quiero creer que a alguno de los treinta o cuarenta ciudadanos que se habían leído el texto.

Ahora, casi 46 años después, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, secesionista confeso, invoca precisamente aquel resbaladizo artículo, el 92, para decir que un referéndum de autodeterminación de su región sería legal y constitucional. Y añade, con muy mala uva, que si la amnistía cabe en la Constitución, el referéndum también. Y entraría por la gatera del artículo 92.

Él sabe perfectamente que eso no es verdad. Aragonès tiene clarísimo, como lo tenemos todos, que la amnistía nunca fue constitucional (nadie lo dijo jamás; era al contrario) hasta que Pedro Sánchez necesitó los votos de los secesionistas para mantenerse en el poder. De no haber sido por esos apoyos envenenados, y por esa inaudita ambición, y por la 'monarquía absoluta' que ejerce Sánchez sobre el PSOE, la amnistía ni siquiera se habría planteado. Pero ahora muchos dicen lo contrario de lo que dijeron siempre: que es constitucional y además una bendición del cielo.

Con el referéndum ocurrirá exactamente lo mismo. No hay ningún motivo, ninguno, para pensar que no será así. Cuando los secesionistas aprieten lo suficiente, alguien en el gobierno 'descubrirá' que un referéndum de autodeterminación es legal, lo autoriza la Constitución (a pesar de la inmensa jurisprudencia en contra del Tribunal Constitucional) y siempre lo autorizó aunque ninguno nos hubiésemos dado cuenta. Y más todavía: asegurarán que ellos siempre lo dijeron, aunque eso sea una mentira como una catedral. Lo mismo que con la "constitucionalidad" de la amnistía

Y todo por el perverso, volátil, ambivalente y mal redactado artículo 92 de la Carta Magna. Ese artículo dice, por cierto, que el referéndum deberá plantearse a "todos los ciudadanos". Eso, creo que está bastante claro, me incluye a mí. Y a ustedes. A todos, desde Finisterre a la isla de El Hierro. Pero ya verán qué poco tardan los juristas 'sobrecogedores' en asegurar que no, que se refiere solo a los ciudadanos de Cataluña, como si ellos fuesen más ciudadanos que todos los demás. ¿Apostamos?

Hace 46 años voté que no a la Constitución. Me arrepentí mil veces. Pero hoy me pregunto para qué sirve esa ley si el gobierno de turno, por puro afán de mantenerse en el poder, es perfectamente capaz de retorcerle el pescuezo hasta hacerle decir todo lo contrario de lo que en realidad dice. Y no pasa nada. "Todo es legal", que decía Michael Corleone en El Padrino.

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