OPINIÓN

Las mentiras se infiltran en la política

Dori, que perdió a su hija de 19 años, Angélica, pone una rosa en su memoria en la estación de tren de Santa Eugenia.
Dori, que perdió a su hija de 19 años, Angélica, pone una rosa en Santa Eugenia.
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Dori, que perdió a su hija de 19 años, Angélica, pone una rosa en su memoria en la estación de tren de Santa Eugenia.

La mentira se define como la expresión de algo que se sabe que no es verdad. Deliberada y conscientemente. Si en la vida nos permitirnos cierta indulgencia con el engaño, según con quién, en política no debemos dejarle espacio y estos días de doloroso recuerdo por el 11-M nos lo vuelven a confirmar.

Veinte años después, los principales constructores de la mayor mentira de Estado de este país aún siguen justificándose, pero estoy convencida de que el repudio ante semejante infamia alcanza ya a una inmensa mayoría de españoles. Sin embargo, la contundencia con la que se ha ido instalando, tan sigilosa como eficazmente, el embuste y la falta de verdad en el escenario político debería preocuparnos.

"La contundencia con la que se ha ido instalando, tan sigilosa como eficazmente, el embuste y la falta de verdad en el escenario político debería preocuparnos"

La confirmación de que Donald Trump, quien ha edificado su figura política a base de engaños y medias verdades, esté a un paso de repetir como candidato a las presidenciales de Estados Unidos con posibilidades de resultar elegido es un síntoma alarmante.

Al calor del trumpismo y su irradiación global crecen y se reproducen las falsedades en la conversación política y social y las 'fake news' o el 'lawfare' son sólo dos de las herramientas con las que la ultraderecha avanza sin control. Lo acabamos de ver en Portugal con el exponencial crecimiento de la extrema derecha tras la caída del gobierno socialista, a raíz de unas confusas denuncias de corrupción aún por investigar y sin un solo detenido.

En España, Feijóo y el PP tienen ahora enfocada su estrategia contra el Gobierno en las supuestas mentiras de Sánchez. Para que las decisiones políticas, con derecho a cambio, no se confundan con las auténticas mentiras el presidente debe extremar la transparencia y las explicaciones en el ‘caso Koldo’, los jueces, no dar pábulo en su trabajo a señalamientos falsos y los ciudadanos, exigir, ahora tanto como hace veinte años, que no nos engañen.

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