Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

El atentado que lo cambió todo

Memorial para las víctimas del 11M en la estación de Atocha.
Memorial para las víctimas del 11M en la estación de Atocha.
Comunidad de Madrid
Memorial para las víctimas del 11M en la estación de Atocha.

Hoy es obligado recordar, todavía desde la emoción, la mayor masacre terrorista que ha sufrido nuestro país y Europa. La cifra de 192 muertos y 1.800 heridos habla por sí sola. La mañana del 11 de marzo de 2004 nos estremecimos al conocer el alcance de la barbaridad perpetrada en las cercanías de Atocha. Las circunstancias trágicas siempre unen a las sociedades golpeadas alrededor del Gobierno de turno. Y así ocurrió también aquí al principio, particularmente en Madrid, donde los taxistas se volcaron en el transporte de las víctimas y miles de ciudadanos corrieron a donar sangre. 

Sin embargo, la pregunta "quién ha sido" marcó los días inmediatos, influyó en el resultado electoral del domingo siguiente, y cambió para siempre las relaciones entre PP y PSOE. Se instaló el maniqueísmo de "si era ETA, el PP arrasaba, pero si era Al Qaeda, los de Aznar se iban a casa". El mayor responsable fue el propio Gobierno, que alimentó esa disyuntiva con su insistencia en la primera hipótesis, y fue muy torpe en su política de comunicación. La frase para la historia la pronunció el socialista Pérez Rubalcaba cuando, horas antes de que abriesen las urnas, sentenció en televisión "los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta".

La autoría de Al Qaeda se vinculó con la impopular decisión del Gobierno del PP de apoyar la invasión angloamericana de Irak. Hoy sabemos gracias a las investigaciones de Fernando Reinares (con libros como Matadlos u 11-M: La venganza de Al Qaeda) que el brutal atentado no fue una respuesta a esa guerra, sino una venganza por la trascendente operación Dátil, la desarticulación que hicieron en 2001 las fuerzas de seguridad españolas de una célula yihadista, que golpeó duramente a Al Qaeda. Así pues, en contra de lo que a veces se afirma, no fue Irak, sino un éxito en la lucha antiterrorista lo que motivó el atentado. Los asesinos eligieron la fecha con mucha anticipación y no pretendían intervenir en las elecciones. Reinares también sostiene en un reciente trabajo que pudo evitarse, pero que falló el intercambio de información entre cuerpos policiales. Afortunadamente de esos errores se ha aprendido. Lo más triste fue el bombardeo de teorías de la conspiración y bulos que se difundieron, incluso por parte de periodistas y medios acreditados.

Entre los populares se creó un fuerte resentimiento porque atribuyeron su inesperada derrota a las consecuencias del atentado. Nunca sabremos hasta qué punto cambió el resultado, pero sí que movilizó al abstencionismo de izquierdas. La impresión general es que, si el Gobierno Aznar hubiera gestionado aquellas dolorosas circunstancias sin arrogancia, sin encerrarse en la hipótesis de ETA, no se habría producido la magnitud de ese vuelco electoral.

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