"El que pueda hacer algo, que lo haga". Así marcó Aznar la estrategia para intentar derribar a un Gobierno que apenas empezaba su andadura. Sabía lo que decía, no cabe duda. Desde entonces, hemos visto y vivido manifestaciones con un odio que creíamos desterrado, hemos sufrido ataques a nuestras sedes y recibimos cada día insultos, difamaciones y mentiras perfectamente programadas por la ultraderecha de Vox y el PP.

Y entre tanto ruido, cumplimos cien días de Gobierno de Pedro Sánchez que demuestran la acción del Ejecutivo y de la oposición. Por un lado, un proyecto progresista que pone en el centro a la ciudadanía, reduciendo la inflación, creando empleo y bajando el paro al 11,7%; ampliando derechos con la subida del SMI hasta los 1.134 euros y revalorizando las pensiones; impulsando la ley de paridad y desterrando de nuestra Constitución el término disminuido, refiriéndose a las personas con discapacidad.

Empleo, más derechos y convivencia mediante el diálogo con fuerzas que no piensan como nosotros. Por ello, como continuación lógica de los indultos, trabajamos por una amnistía que cierre los terribles episodios que se vivieron bajo el gobierno de Rajoy en 2017.

En el lado opuesto, Feijóo cumple a rajatabla la estrategia destructiva señalada por Aznar: deslegitimando la mayoría parlamentaria, al Gobierno y su amplia base social, y haciendo un alarde de hipocresía con la amnistía, que estudió hasta que se chocó con el lastre de la ultraderecha, que siempre elige como aliada.

Como continuación lógica de los indultos, trabajamos por una amnistía que cierre los terribles episodios que se vivieron bajo el gobierno de Rajoy en 2017

Y en el colmo de la desfachatez, el tantas veces señalado por su amistad con un narcotraficante –a quien el ministro Marlaska metió en la cárcel–, el mismo que se aupó al poder tras echar a Casado por investigar la corrupción de Ayuso, asentado en una sede pagada con dinero de Gürtel –en la que se destruyeron pruebas a martillazos–, no tiene más gestión que la de enfangar el debate público sin importarle el daño institucional que hace. Cien días de Gobierno para el progreso y cien días del PP para la vergüenza.