Helena Resano Periodista
OPINIÓN

La edad aquí importa

El presidente Joe Biden come helado en Van Leeuwen Ice Cream el lunes 26 de febrero de 2024, en Nueva York, mientras Seth Meyers observa.
El presidente Joe Biden come helado en Van Leeuwen Ice Cream, en Nueva York.
Evan Vucci / LA PRESSE
El presidente Joe Biden come helado en Van Leeuwen Ice Cream el lunes 26 de febrero de 2024, en Nueva York, mientras Seth Meyers observa.

En Estados Unidos empiezan a tener un problema realmente serio con la imagen que está proyectando Biden. Su última aparición, en una heladería, hablando de si habrá tregua o no en Gaza mientras sostiene un helado con dos bolas (incluso las agencias han tenido el detalle de decirnos los sabores de esas dos bolas de helado, chocolate y menta, un after eight de los de antes) es surrealista.

Desde hace semanas hay abierto un debate en los medios de comunicación sobre la idoneidad de que un presidente, con claros signos de no estar en su mejor momento, con muchísimos lapsus, con dificultades para moverse, se presente a una reelección en un momento clave para el Gobierno y para el partido demócrata.

Biden tiene 81 años. Trump 77. Uno ya es octogenario y el otro lo será cuando termine el mandato tras las elecciones de este año. Una edad quizás no la más indicada para optar a un puesto que genera mucho estrés, que requiere de muchas horas de trabajo, que supone mucho esfuerzo físico y mental, además de muchos viajes y reuniones.

En esto no quiero pecar de edadismo. Las mejores mentes son las que acumulan años de experiencia. Lo sé porque me pasa en mi sector: quienes mejor están leyendo ahora mismo qué está pasando en el mundo son personas que llevan muchos años de rodaje en esto.

Pero no están en primera línea: su experiencia es la mejor aliada para establecer estrategias. Y su asesoramiento, el mayor tesoro que puede tener cualquier directivo. Pero subrayo la palabra asesoramiento: dar consejos, hacer ver otros puntos de vista, pero dejar la ejecución de esas ideas, la acción, en gente con mejores capacidades, al menos física.

Biden habló en mitad de una heladería de si habrá o no paz en Gaza en los próximos días, y lo comenta con los medios que están ahí como quien habla en la cola del supermercado sobre cómo ve todo lo que está pasando en el PSOE con el caso Koldo: como un simple espectador. «Me comentan que puede que para el domingo tengamos un acuerdo de alto el fuego…», como si él no fuera el que tomara las decisiones, como si él no fuera el actor principal de ese acuerdo.

Afortunadamente, Biden se ha ahorrado hacer esas declaraciones y darle luego un lametón al helado que sujeta en su mano. La imagen habría sido ya de traca. Pero desde luego no le ayuda en su intento por demostrar al electorado que está capacitado para un nuevo mandato y, lo más importante, para ganar a Trump en las elecciones de noviembre.

Una gran mayoría pide que el partido elija a alguien más joven y más «fresco». Hay una preocupación real entre los estadounidenses por la disyuntiva que van a plantearles las urnas en noviembre: elegir a un Biden con claros signos de agotamiento y desgaste físico y mental o elegir a un Trump no mucho más lúcido, ni en ideas ni en estrategias. Biden está mal, pero Trump no está mucho mejor.

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