Los mejores poemas para dedicar este San Valentín

El Día de los enamorados es
El Día de los enamorados es
Dmytro Betsenko /Getty Images
El Día de los enamorados es

Catorce de febrero. Día de rosas, besos y poemas. Porque quienes aún creen en el amor: en de verdad, en el de quererse, respetarse y aceptarse tal y como somos, encuentran en este día una excusa perfecta para celebrar el amor y rendir homenaje al romanticismo más clásico.

Porque lejos de los productos teñidos de rojo y las envolturas de corazones, no hay mejor regalo que la música, la literatura y la poesía, que desde que son lo que son, se han entregado, casi en exclusiva, al amor en todas sus formas, contextos y colores. Al fin y al cabo, ¿qué es, sino el quererse, lo que mueve el mundo?

La voz a ti debida | Pedro Salinas

Para vivir no quiero

islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta:

vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,

las señas, los retratos;

yo no te quiero así,

disfrazada de otra,

hija siempre de algo.

Te quiero pura, libre,

irreductible: tú.

Sé que cuando te llame

entre todas las gentes

del mundo,

sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes

quién es el que te llama,

el que te quiere suya,

enterraré los nombres,

los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo

lo que encima me echaron

desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo

eterno del desnudo,

de la piedra, del mundo,

te diré: «Yo te quiero, soy yo».

Una cien veces | Elvira Sastre

Hay mujeres

que son estaciones de (d)año,

tormentas torrenciales en agosto y estufa

en un diciembre lleno de abandonos.

Hay mujeres

que son pájaros sin alas en un cielo lleno

de recuerdos,

fieras carnívoras al acecho de las ganas

y de esa falta de poder ante la tentación

que solo es deseo confundido.

Hay mujeres

que son animales en celo

galopando sobre tu pecho abatido.

Hay mujeres

de ojos castaños

con alma de gata.

Hay mujeres

de ojos verdes

con alma de zorra.

(...)

Hay mujeres

que quieres y no puedes,

que son tanto que no son suficiente,

que dándote lo que necesitas olvidan lo que quieres.

Mujeres contra las que no hay razones

que encajen

y conviertes en huida

para darles un sentido.

Hay mujeres

que son aves de paso,

bodas de un día,

amores que salvan tu vida en una noche,

postres eternos en medio de una prisa carnal,

engaños a la rutina,

tu alma animal rendida al instinto de supervivencia.

Hay mujeres

que aparecen como los aciertos:

sin esperarlas y a tiempo.

Que se atreven y se quedan y tienen

el pelo del color de tu almohada,

que se agitan y temes y dan la vuelta

a tus excusas convirtiéndolas en motivos.

Que te aman sin evitarlo

y amas sobre todo por supuesto.

Y

estoy

yo.

Que soy una en todas esas mujeres.

Y

estás

tú.

Que eres todas esas mujeres en una.

Te me mueres de casta y de sencilla | Miguel Hernández

Te me mueres de casta y de sencilla:

estoy convicto, amor, estoy confeso

de que, raptor intrépido de un beso,

yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,

y desde aquella gloria, aquel suceso,

tu mejilla, de escrúpulo y de peso,

se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente

el pómulo te tiene perseguido,

cada vez más potente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,

vigilando mi boca ¡con qué cuido!

para que no se vicie y se desmande.

En ti | Mireya Guzmán Burgos

Donde quiero quedarme, 

mudarme o regresar.

Donde quiero soñar y soñarte, 

donde no paso frío ni hambre, 

donde no existe la sed, 

ni el calor seca la sangre.

Donde quiero volver y no irme, 

donde huele a tierra y a flores, 

donde el mar me baña en amores.

Donde quiero...,

quedarme.

Donde el aliento eriza mi piel, 

donde el beso calla mis palabras, 

donde el amor dispara embestido por el gozo, 

y las manos rezan en tu nombre.

Donde mis ojos son el espejo de tus ojos, 

donde el beso es el único y más dulce castigo, 

donde encuentro el abrigo.

Ahí es donde quiero quedarme,

mudarme o regresar.

Donde tus brazos me acunen enteramente

estrecha contra tu pecho desnudo

y no me suelten jamás.

Muerte en el olvido | Ángel González

Yo sé que existo

porque tú me imaginas.

Soy alto porque tú me crees

alto, y limpio porque tú me miras

con buenos ojos,

con mirada limpia.

Tu pensamiento me hace

inteligente, y en tu sencilla

ternura, yo soy también sencillo

y bondadoso.

Pero si tú me olvidas

quedaré muerto sin que nadie

lo sepa. Verán viva

mi carne, pero será otro hombre

—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

Si vas a caer, que sea en la tentación | Sergio Carrión

He amado tus pecas, tus ojos y ojeras. 

He amado la forma que tienes de irte y de mirarme como si me matases antes de cerrar la puerta. 

He bailado contigo, he llovido a tu lado. 

Me he acostumbrado a que nunca me acostumbres del todo, 

por ser cada día como distinta, 

sin ser otra. 

Te he echo el amor en cada estación del año. 

Cuando sonríes, yo me pellizco en secreto

para ver si estoy en algún sueño. 

Y al final he entendido 

que no hay suficiente poesía en el mundo 

para hablar de ti. 

Que tu formas parte de un instante 

que a penas dura un segundo, 

que ocurre constantemente.

Eres inexplicable, 

como casi todo lo que nos hace felices. 

Vas, vienes. Te paras, ries. 

Me pides un beso, lloras. 

Tapas tu cabeza con las sábanas cuando duermes.

Te abrazo por la espalda y te apartas el pelo. 

Me coges la mano y me aprietas con fuerza. 

Alguna vez me dijiste: "los finales felices solo son 

para aquellas personas tan tristes 

que son incapaces de disfrutar de la historia, 

porque lo importante es el camino; 

las vistas, el cielo azul, las nubes y el olor de la calle 

después de una tormenta. 

Tu espalda, tus rodillas y tu barbilla. 

Tus ojos marrones como las hojas que se secan en otoño. 

Tus besos con lengua. 

Tus besos, 

tu lengua.

Cuando a veces estas triste 

y agachas la cabeza 

y entonces me agacho y te digo 

que estoy ahí, contigo. 

Que estoy en cualquier parte, a tu lado. E

stamos en esta mierda juntos. 

Y luego levantas la mirada y al verme te brilla. 

Y te juro. Te prometo, 

que lo bonito del amor no es amar

 las cicatrices del otro, 

sino que la otra persona te ayude a amar las tuyas.

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