Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Los límites del tiempo útil

Ataque al edificio de la Guardia Revolucionaria iraní.
Ataque al edificio de la Guardia Revolucionaria iraní.
Europa Press
Ataque al edificio de la Guardia Revolucionaria iraní.

Las principales variables que hay que considerar a la hora de tomar una decisión son tres: complejidad de los factores asociados, umbral de incertidumbre soportable y, por tanto, riesgo asumible y, la más fundamental, el tiempo disponible para que la decisión sea aplicable en el tiempo. Ya se sabe que la mejor decisión un minuto tarde es un ejercicio intelectual estéril y sin recorrido.

La reciente sucesión de distintos acontecimientos en Oriente Medio está anunciando un cambio de consecuencias impredecibles en el conjunto geopolítico formado por los países que conforman este territorio, el Mediterráneo Oriental y el Índico. La primera que observamos es la prolongación inevitable de la guerra en Gaza, acompañada de una también creciente intervención en el conflicto de otros actores (estatales o no) sobre Israel y el mar Rojo. Como consecuencia de lo anterior, crece también la contestación interna en Israel contra el primer ministro Netanyahu en todos los frentes, tanto por la ciudadanía como en el seno de sus fuerzas armadas. 

En el exterior, el escenario favorable a Israel se descompone y va en aumento la presión de los principales aliados de Netanyahu para que detenga las acciones de combate, acuerde un alto el fuego y considere seriamente la solución de dos Estados. Todos estos acontecimientos están configurando un entorno de extrema complejidad con un número creciente de variables que dificultan el cálculo racional de riesgos asumibles y objetivos alcanzables.

Recientemente, un hecho de enorme trascendencia ha pasado casi desapercibido en medio del cotidiano aluvión de sucesos. Irán ha lanzado tres ataques con misiles balísticos de alcance intermedio (MRBM), cuatro de ellos del nuevo tipo Kheiber Shekan con un alcance de unos 1.400 kilómetros, a tres países vecinos, bajo diferentes pretextos: en un caso, atacar un supuesto complejo sionista en Erbil, situado en el Kurdistán iraquí; en otro, contra un movimiento terrorista –Dáesh- en Idlib, Siria; y otro contra otro movimiento terrorista Jaish-al-Adl, en el Baluchistán paquistaní. 

Más allá del significado directo de la acción, represalias contra el atentado del Dáesh durante el cuarto aniversario del asesinato de Soleimani y realizar una demostración de poder, hay que entrever un triple significado: la posibilidad de atacar directamente cualquier punto de Israel -Idlib está a la misma distancia que Tel Aviv del punto de lanzamiento que se utilizó-, la precisión y capacidad destructiva de los sistemas balísticos móviles iraníes -mucho más difíciles de localizar en tierra y de interceptar en vuelo que los misiles convencionales- y, por último, la más que probable capacidad actual de Irán de disponer de uranio enriquecido con fines militares que le permitiría armar una ojiva nuclear sobre este nuevo vector. Todo ello configura un adversario formidable que no puede ni debe ser ninguneado bajo ningún supuesto.

Guste o no, hay que tratar con Irán para resolver una parte importante de este conflicto. Hay que escuchar a Qatar, Egipto, Jordania y Líbano para embridar a Hamás y resto de movimientos terroristas palestinos. Hay que atender la seguridad de Israel a la vez que se garantiza la viabilidad de un estado palestino. Y, en fin, hay que estabilizar un escenario extendido al Mediterráneo y al Índico que supone ya una amenaza cierta para la navegación y para la recuperación económica de amplias zonas del mundo, las más afectadas, África y Europa.

Hizbulá y los hutíes son extremadamente receptivos a las indicaciones de Irán, al igual que Hamás, aunque en distinto grado. Qatar tiene influencia en Hamás y acoge en su territorio a dirigentes del movimiento, al igual que Líbano. Turquía es un país de la OTAN y tiene capacidad de influencia en Hamás y otros movimientos terroristas de la zona (Yihad islámica palestina, la guarida del león, Al Fatah…). La Autoridad palestina es sensible a las Naciones Unidas y a la Unión Europea, a la par que dependiente económicamente de sus donaciones y de los impuestos que recauda Israel y que le sirven para financiarse, siquiera limitadamente.

La República Popular China fue la muñidora del acuerdo entre Arabia Saudí e Irán que abría un escenario de prosperidad y estabilidad en la zona y tiene, por tanto, cierto predicamento con ambos, además de ser principal inversor y socio tecnológico en la zona.

Rusia apoya y es apoyada por Irán, tiene tropas desplegadas en Siria en dos bases permanentes Tartús y Jemeimim) y mantiene buenas relaciones con otros países de la zona. Por último, Estados Unidos es el principal aliado y valedor de Israel, mantiene una notable presencia armada terrestre y naval en la zona con capacidad de acción inmediata, disfruta aún de un cierto predicamento político entre las monarquías del Golfo pero, debido a una errática política exterior, ha dejado de inspirar la confianza de antaño. Además, su actitud diversa respecto a la condena de acciones de guerra en Ucrania y en Gaza le está restando imparcialidad y alejando del llamado sur global.

Parece que todos los actores tienen algo que decir y hacer en este conflicto, el tiempo es clave para detener la pérdida de vidas, minimizar daños y detener la incipiente crisis económica que a todos acabará perjudicando. Hay tiempo -no sé si voluntad- para que aquellos que puedan facilitar el inicio de una conferencia de paz -Estados Unidos y China, principalmente- lo hagan, de manera que puedan contener la expansión de un conflicto que podría desencadenar una reacción en cadena imposible de detener. El tiempo es el marco, la oportunidad la clave, porque solo el tiempo útil y bien utilizado genera oportunidades.

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