Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El último heavy de mi ciudad

Concierto de Heavy Metal del grupo 'Judas Priest'.
Concierto de Heavy Metal del grupo 'Judas Priest'.
DPA vía Europa Press
Concierto de Heavy Metal del grupo 'Judas Priest'.

Cuando te cruzas con él puedes escuchar el sonido de sus botas y el ruido de algunos metales al chocar entre sí. El heavy superviviente no hace prisioneros. No pacta con la mediocridad, ni se guarda nada para la intimidad, es heavy a tiempo completo y para siempre, como lo es un sacerdote, un médico o un habilitado de clases pasivas. Fueron muchos los llamados, pero ya solo queda él con la armadura completa.

Los demás han ido cediendo y se han ido disfrazando de gente normal, pero el último heavy de mi ciudad no, el último heavy de mi ciudad es un heavy de una pieza, un heavy que se viste a sus cincuenta y cuatro años como cuando tenía veinte y fue deslumbrado por la llamada del metal. Mantiene su melena lisa, su cazadora calada, aunque haga un frío de mil demonios, los pantalones ajustadísimos y la camiseta con la portada de un disco de un grupo heavy no demasiado evidente.

El heavy conserva en su mente la noción de territorialidad como un referente sagrado. Acude de vez en cuando a calles en las que estuvieron los bares que le gustaban de chaval, cuando todo era mejor. Se sienta en la acera con un litro de calimocho como si estuviera haciendo una peregrinación a un lugar de culto. Casi ya no quedan bares que pinchen algo decente para un heavy, pero puede haber excepciones.

El heavy no duda sobre la decisión radical de ir vestido todos los días de su vida con un tipo de ropa que tiene que ver con la música que le gusta.

El heavy no duda sobre la decisión radical de ir vestido todos los días de su vida con un tipo de ropa que tiene que ver con la música que le gusta. Ya casi no pasa esto con ninguna tribu urbana, es todo más flexible, pero el heavy es el mandaloriano de las tribus urbanas, no quiere quitarse el casco. Cuando se lo pide su madre, el heavy baja a comprar el pan vestido con la ropa adecuada para ir al concierto más ortodoxo del mundo y esto sigue siendo un acto revolucionario.

Guarda como oro en paño sus colecciones de discos, cassettes y cedés. El heavy sueña con la vuelta de lo analógico y compra algunos vinilos para apuntalar sus sueños y rebelarse ante un mundo que no le interesa nada. El heavy es una civilización que languidece, una historia de la humanidad en miniatura, un monumento a la obstinación y un barroco norteamericano inexplicable que da color, historia e identidad a mi ciudad. Cuidemos a los últimos heavies. 

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