Así son los kazajos del Altai, la tribu nómada de cazadores de Mongolia que entrenan águilas a lomo de un caballo

kazajos del Atltái
kazajos del Atltái
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kazajos del Atltái

Viven rozando el cielo, porque desde que tienen uso de razón llevan a sus espaldas las grandes alas del águila. Son los kazajos del Altai, en Mongolia, una etnia seminómada procedente de los turcos primitivos y las tribus mongolas, que son, a la vez, pastores y cazadores.

Cada año en época de pastoreo, muchos de ellos emprenden una expedición a través de las montañas, a lomo de sus caballos, con manadas de ganado de entre 100 y 500 animales. Para soportar las altas temperaturas durante la travesía, y comer caliente, algunos pastores de camellos llevan carne congelada y una pequeña cocina a cuestas.

Pastor nómada Kazajo conduciendo su rebaño.
Pastor nómada Kazajo conduciendo su rebaño.
Timothy Allen /Getty Images

Con ellos viajan también sus águilas, atadas con cuerdas y cubiertas con un trozo de tela que las protege del frío. Ellos se cubren con pieles de zorro y lobo y la mayoría no tienen ni teléfono para comunicarse. 

El vínculo entre el águila y su entrenador

Cada cazador encuentra su aguilucho. Para ello, los kazajos a menudo escalan acantilados escarpados en busca de un nido, y desde que capturan a su cría, la relación entre el animal y su entrenador es eterna. Además, para que conozcan su voz, los cazadores suelen cantar a sus animales.

Durante algún tiempo, la caza con águila estuvo a punto de desaparecer, pero los kazajos de Atlái supieron preservar esta tradición y ahora, las generaciones más jóvenes toman el relevo y aprenden a entrenar estas aves desde que son pequeños.

Cazador Kazajo con su águila
Cazador Kazajo con su águila
Kongkrit Sukying / Getty Images

Las águilas hembra, más grandes y más fuertes que los machos, se usan casi exclusivamente para cazar. Cuando alcanzan los siete kilos, se las considera preparadas para sobrevolar las montañas. Allí, sus cazadores las liberan en busca de zorros y liebres.

Para cuando las liberan, las águilas tienen diez años y a muchas aún les quedan hasta 30 años más de vida. Por el vínculo que tiene cada entrenador con su animal, y viceversa, a menudo las liberan de noche, muy lejos de su entorno, para que no puedan seguirles a casa. 

Festival Golden Eagle, Patrimonio de la Humanidad

No es fácil reunirles, porque vienen de todas partes, muchos de ellos tras largas travesías a caballo, pero cada año, en octubre, los cazadores de águilas del Atlaí de etnia kazaja se reúnen en el Festival Golden Eagle para celebrar su herencia cultural y su forma de vida. 

Kazadores de águilas durante el Festival Golden Eagle
Cazadores de águilas durante el Festival Golden Eagle
Getty Images

Uno de los espectáculos del festival, al que cada vez acuden más turistas, consiste en liberar al águila desde la cima de una montaña mientras su entrenador espera a caballo en un estado improvisado. El objetivo es que el ave se reúna con su cazador. Para ello, cada uno utiliza sus propios método: carne, canciones, sonidos... Todo queda en manos de un largo proceso de entrenamiento previo.

El águila ganadora se elige después de una segunda ronda, que se juzga según la manera en que cazan un mamífero atado a un caballo que galopa.

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