Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Gaza y Ucrania: entre la tragedia y la esperanza

El Presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, junto con parte de su Estado Mayor, mirando un mapa durante su visita a la ciudad de Kupiansk, en Ucrania.
Zelenski, junto con parte de su Estado Mayor, mirando un mapa en Kupiansk.
Efrem Lukatsky / AP / LAPRESSE
El Presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, junto con parte de su Estado Mayor, mirando un mapa durante su visita a la ciudad de Kupiansk, en Ucrania.

Decía Goethe que todo comienzo tiene su encanto. En nuestro caso, es el comienzo de un nuevo año para una parte del mundo, que no es la más numerosa, aunque sí la que más tendencias crea y, seguramente, la más popular debido a los medios de comunicación y la industria audiovisual. Lo cierto es que el mundo vive la tragedia de la guerra en más de treinta países, aunque la que nosotros percibimos se desarrolla en dos escenarios bien conocidos: la franja de Gaza y Ucrania. Por cuestiones de puro interés crematístico -hay que ganar dinero- y para sostener cuotas de pantalla, un escenario parece que ahora prima sobre el otro de tal forma que la importancia relativa respecto a desarrollo y consecuencias abandona Centroeuropa y se desplaza al mediterráneo oriental e incluso más allá.

El protagonismo de la guerra de Gaza es evidente. La diplomacia internacional unida a la aplicación del realismo político a un concreto escenario geográfico, Oriente Medio, hace que las cifras, las imágenes y los gestos se centren en un problema que tiene un lejano origen y que muy pocos han procurado entender en su amplitud y complejidad para poder resolverlo con carácter definitivo.

El principal valedor de la postura de Israel, Estados Unidos, cuestiona ya abiertamente, la desproporción del uso de la fuerza, de tal forma que de las palabras y buenos oficios amenaza con pasar a los hechos cortando el suministro de material bélico. Exige que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) moderen su actividad y circunscriban sus acciones al ámbito exclusivo de las operaciones de limpieza contra Hamás, evitando aumentar el número de bajas de civiles no combatientes. Este último matiz es relevante porque, sin dejar de evidenciar el desmedido uso de la fuerza de las FDI, no hay que olvidar que Hamás combate entre la población, sin distintivos, y que utiliza infraestructuras civiles desde las que lanza sus acciones letales en Gaza y contra el territorio de Israel. Algo parece estar cambiando, aunque es pronto para saber la profundidad de ese cambio. Las FDI anuncian que van a retirar cinco brigadas de combate de la Franja y van a comenzar a desmovilizar reservistas de dos de ellas. Sin embargo, el relato oficial sigue siendo que la guerra será dura, difícil y prolongada.

En el aspecto operativo, las FDI sí que están cambiando el perfil de sus acciones, de conquista a limpieza, lo que supone el empleo de diferentes tácticas, técnicas y procedimientos más basados en acciones de pequeñas unidades tipo pelotón y sección, dirigidas por inteligencia de contacto y con menor impacto sobre la infraestructura y la población. Hay que tener en cuenta que alrededor del 70% de todas las viviendas de la Franja están destruidas o no son habitables y que cerca de dos millones de personas están desplazadas lo que hace prácticamente imposible el éxito de las operaciones de control de zona sin arriesgarse a aumentar exponencialmente la violencia a emplear y las consecuencias fatales de ese control.

En el otro escenario, Ucrania, la guerra continua con multitud de acciones a lo largo del frente, las más intensas en la zona de Avdiivka y Marinka, donde el ejército de Ucrania está retrocediendo y adoptando una actitud defensiva en posiciones más a retaguardia. Parte de las ganancias territoriales de la contraofensiva de verano se han perdido y la situación general se ha invertido, con el ejército ruso a la ofensiva, aunque de forma limitada. El riesgo de que el ejército ucraniano se quede desabastecido es cada día más elevado por lo que está restringiendo el volumen e intensidad de sus acciones sobre la línea de contacto. Los dos últimos días del año se ha caracterizado por acciones de fuego en profundidad sobre ciudades de Ucrania y Rusia empleando gran número de misiles y drones que han provocado pérdida de vidas civiles y más destrucción.

Parte de las ganancias territoriales de la contraofensiva de verano se han perdido y la situación general se ha invertido

Conviene que el lector conozca la diferencia en daños colaterales y bajas civiles entre la guerra de Ucrania en la que Naciones Unidas afirma que en los casi dos años de conflicto han fallecido unos 9.500 civiles, de la guerra en Gaza, donde, desde el pasado 7 de octubre, cuando Hamás atacó Israel y asesinó a unas 1.200 personas, el ministerio de salud gazatí en manos de Hamás habla de 22.000 fallecidos civiles en la Franja, de los que, aproximadamente, 7.000 se cree que son combatientes de Hamás. Y si de destrucción de infraestructuras se trata, la proporción en Gaza supera ampliamente la de Ucrania, teniendo en cuenta el número de acciones y la superficie sobre la que se han realizado. Guerra descarnada, simple y desprovista de humanidad en ambos casos como corresponde a uno de los cuatro jinetes de la Apocalipsis.

Y, sin embargo, queda la esperanza. Esperanza de una imposición de la paz en Gaza por parte de quien es capaz de hacerlo, con poder material y autoridad. Esperanza de un alto el fuego en Ucrania cuando la realidad de un conflicto sin vencedores y vencidos se imponga, y la doctrina del mal menor se abra paso para evitar un sufrimiento aún más estéril si cabe. Como en la caja de Pandora, la esperanza es lo último que se pierde. Ayudemos pues a que florezca con nuestras acciones.

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