La UE afronta un 2024 con las elecciones más importantes de su historia reciente y el reto de lograr su autonomía estratégica

Volodimir Zelenski, Ursula von der Leyen y Christine Lagarde.
Volodimir Zelenski, Ursula von der Leyen y Christine Lagarde.
Carlos Gámez
Volodimir Zelenski, Ursula von der Leyen y Christine Lagarde.

El reloj que le marca las horas a la Unión Europea parece ir más rápido que los demás. No hay tiempo para el respiro: si el año 2023 fue intenso, el 2024 se presenta igual de exigente, sobre todo porque en junio se celebran unas elecciones en las que si bien el proyecto europeo no se juega su existencia, sí marcarán el cómo de una UE que se está preguntando la manera en la que debe afrontar los retos globales. Además, pese a que muchos de los deberes del año pasado se cumplieron, todavía queda una lista de debes bastante importante, quizá en unos doce meses en los que el peso ideológico sea bastante más grande que en el pasado.

Así se presenta el año 2024 para la Unión Europea:

Las elecciones europeas: ¿un terremoto político?

Entre el 6 y el 9 de junio (dependiendo del país) se celebrarán las que serán las elecciones europeas más importantes de la historia reciente, y que además podrían provocar una especie de terremoto político. ¿Por qué? Porque es muy complicado saber qué va a pasar. Los sondeos, de momento, no son muy fiables, pero se pueden dar tres escenarios: el primero, que se mantenga la mayoría centrista, formada por populares, socialdemócratas y liberales; el segundo, con un Parlamento Europeo muy escorado hacia los extremos; y el tercero, con nuevas alianzas. De un lado estarían el PPE y ECR, y del otro S&D, Renew e incluso los Verdes.

"Podríamos ver unas instituciones europeas más marcadas por la ideología, hasta ahora por ejemplo el Parlamento Europeo era más práctico que político. Eso podría cambiar", resumen las fuentes consultadas por 20minutos, que reconocen que "todavía es pronto para hacer cálculos". En todo caso, los resultados de las elecciones caerán directamente en la 'selección' de los altos cargos. Al frente de la Comisión Europea está previsto que -salvo sorpresa- pueda seguir Ursula von der Leyen, incluso en pleno cisma dentro del PPE. El apoyo de líderes socialdemócratas, como Sánchez, o liberales, como Macron, decantará la balanza. Pasa algo parecido con Roberta Metsola al frente del Parlamento Europeo.

Sí que quedarán vacantes la Presidencia del Consejo Europeo y el puesto de Alto Representante, pues ni Charles Michel ni Josep Borrell seguirán. Las decisiones finales dependerán del peso de cada grupo en la Eurocámara, pero también -y sobre todo- de cómo se repartan las fuerzas entre los jefes de Estado y de Gobierno. Para reemplazar a Michel ha llegado a sonar ya el expresidente del BCE y ex primer ministro italiano Mario Draghi, pero también otros como Mark Rutte. No obstante, el neerlandés va liderando la carrera para ser el próximo secretario general de la OTAN. España, en cambio, aspira a una vicepresidencia potente en la nueva Comisión Europea, con Teresa Ribera como nombre fuerte con la idea de liderar las políticas de transición ecológica.

La economía tiene que resistir

La economía es otro de los retos de presente y futuro, aunque la situación no sea tan delicada como la de 2008. Resistir; ese es el verbo. Y la maquinaria del BCE tendrá que seguir funcionando a pleno rendimiento para ello: "Es prematuro hablar de una bajada en los tipos de interés", explicó el vicepresidente Luis de Guindos en una entrevista reciente con 20minutos, en la que, eso sí, tuvo una visión optimista para los meses que vienen. "La situación ahora ha cambiado. Se han recuperado prácticamente todos los niveles de renta anteriores a la pandemia, y el foco está en la lucha contra la inflación", expuso.

Pero la UE tiene que estar preparada. Para el nuevo escenario, nuevas reglas fiscales. La reforma todavía tiene que pactarse entre el Consejo y el Parlamento Europeo, pero el acuerdo alcanzado entre los 27 a última hora en 2023 allana el camino. El nuevo marco fiscal europeo se ha diseñado con la idea de hacerlo más sencillo y personalizado, pero manteniendo los límites máximos permitidos de deuda (60% sobre el PIB) y de déficit (3% sobre PIB).

Se trata, recuerdan en Bruselas, de referencias que a menudo han sido criticadas por su arbitrariedad. Los Estados miembros que superen esos niveles deberán acometer ajustes para cuadrar las cuentas. Sin embargo, a diferencia de la legislación anterior, en esta ocasión se tendrá en cuenta la situación específica de cada país para diseñar la senda de ajuste. El nuevo modelo para una nueva época. "Las normas anteriores se habían quedado obsoletas, eso lo teníamos todos bastante claro", reafirman las fuentes consultadas por este medio. Un acuerdo final en este sentido daría una nueva red a los países, y afectaría directamente a cómo se prepare el futuro presupuesto de la UE.

Ucrania, Gaza... y la ansiada autonomía estratégica

Ucrania y Gaza seguirán poniendo a prueba a la Unión. Una de las máximas del proyecto europeo en los últimos años es el trabajar por la autonomía estratégica, un concepto que todavía tiene que llenarse de contenido. En este sentido, la UE tiene dos conflictos de los que seguir ocupándose: la invasión rusa de Ucrania y la guerra entre Israel y Gaza. En el primero, los 27 tienen pendiente aprobar un total de 50.000 millones de euros con cargo al presupuesto, una cantidad que ahora mismo tiene bloqueada la Hungría de Viktor Orbán. El asunto está previsto que se trate en la próxima cumbre del Consejo Europeo, programada para el próximo mes de febrero.

La situación entre Palestina e Israel es más complicada para la Unión, que está en un brete precisamente por la división entre los Estados miembros. Ahora mismo sobre la mesa está la posibilidad de aprobar sanciones contra los colonos en Cisjordania, al tiempo que se insiste en la necesidad de que la ayuda humanitaria llegue a Gaza. La UE es el principal donante de Palestina, pero también un socio clave para Israel: el discurso en este sentido ya parece asentado, y la Unión incide en que tiene que defenderse de Hamás "de acuerdo con el Derecho Internacional". El riesgo para la UE no es nuevo: la situación se tornará más difícil a medida que el conflicto se alargue y la toma de decisiones tenga que ser más rápida.

¿Qué pasará con la relación con EEUU?

La UE ha aprendido que lo que pasa en el exterior le afecta directamente, y mucho. Por eso tiene un ojo puesto en las elecciones de noviembre en Estados Unidos; unas presidenciales marcadas por el posible regreso de Donald Trump. La presencia de Joe Biden en la Casa Blanca ha suavizado las relaciones Washington - Bruselas más en el mensaje que en el contenido, pues la guerra comercial siempre ha sobrevolado, sobre todo con la ley IRA de EEUU, que amenazaba la industria europea. Pero los canales de comunicación han estado abiertos en todo momento, y la cooperación especialmente en Defensa se ha reforzado (más por obligación, con la guerra en Ucrania, que por interés de ambos lados).

Pero eso podría cambiar si Trump vuelve al poder. El escenario pasaría a ser de nuevo el de 2019, pero esta vez con una UE inmersa en cambios internos que podrían acarrear divisiones que no se vieron al inicio de la legislatura. El vínculo transoceánico nunca ha sido cien por cien férreo, y el 2024 cuenta con dos bolas de partido: en junio y en noviembre. El partido se decantará a un lado o hacia otro -o mantendrá, quizá- el estatu quo dependiendo de lo que digan las urnas.

Nuevas prioridades y cuentas pendientes

Quien parpadea, se lo pierde, y la UE necesita abordar grandes debates como el de la ampliación, reabierto tras una década en el cajón (la última gran ampliación se dio precisamente en el 2004). Esto también implica cumplir con las promesas, sobre todo con los Balcanes occidentales, que llevan muchos años ya en la lista de espera. Aunque todas las miradas se pongan sobre Ucrania son un total de 9 los países candidatos a entrar en el bloque. El momento le exige a la UE una reforma interna que tendría que terminar de dibujar este año que recién empieza. A las cuestiones políticas y estratégicas que van atadas a la ampliación hay que añadir las económicas, que es la que más problemas puede acarrear en los debates entre los Estados miembros.

La UE afronta el 2024 como el año el que tiene que cerrar su propio círculo. Las elecciones de junio pondrán fin a una legislatura que se estudiará en los libros de Historia: pandemia, guerra, más crisis. Y abrirán también la etapa que, para muchos, tiene que ser la de la confirmación de un proyecto europeo diferente, mejor preparado... pero quién sabe si también, y de nuevo, muy agitado por los asuntos internos y externos.

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