El gran sacrificio de una generación ucraniana para que Europa le abra las puertas

Policías chocan con los manifestantes en la Plaza de la Independencia de Kiev (Ucrania). La policía ucraniana cercó a los manifestantes en el corazón de las protestas opositoras de la plaza de la Independencia de Kiev (Maidán), tras una jornada en la que murieron 15 personas en los disturbios que estallaron en la capital.
Policías chocan con los manifestantes en la Plaza de la Independencia de Kiev (Ucrania), en el invierno de 2014
Sergey Dolzkenko / EFE
Policías chocan con los manifestantes en la Plaza de la Independencia de Kiev (Ucrania). La policía ucraniana cercó a los manifestantes en el corazón de las protestas opositoras de la plaza de la Independencia de Kiev (Maidán), tras una jornada en la que murieron 15 personas en los disturbios que estallaron en la capital.

En memoria de mis amigos caídos

Un joven de unos 19 años estaba sentado en las escaleras de la calle principal de la ciudad, su rostro ennegrecido por el hollín y con una mueca de dolor congelada. Lloraba en silencio. "¿Quiere frutas? ¿O agua?". Negó con la cabeza. Me quedé allí de pie un minuto, observando su tristeza silenciosa, sin atreverme a preguntar a quién había perdido. Un amigo, un hermano o un padre... En ese momento, quedó claro que nuestro gran sueño europeo nos había presentado una factura sangrienta que no estábamos preparados para pagar. 

Con cada disparo, con cada despedida en la plaza central de la ciudad al son de la canción popular Plyve kacha po Tysyni, con cada vela encendida, nos hacíamos mayores... Parcialmente incomprendidos en nuestro propio país, marcados por la propaganda prorrusa como los nazis del Euromaidán de 2014, luchábamos por el ideal soñado de Europa. Pero la verdadera UE, en su realismo pragmático, no estaba preparada para aceptar a aquellos que estaban dispuestos a morir por ella.

A pesar de las sangrientas batallas en el frente oriental, de la lluvia de misiles rusos sobre la capital, de los sonidos de las sirenas y la tensión de las noticias que llegan desde Washington, la decisión de Bruselas de iniciar negociaciones con Ucrania se percibe como una victoria importante para los participantes del Euromaidán tras un invierno interminable de 10 años. Esos tres meses de protestas en la plaza principal de Kiev durante el invierno del 2014 por el futuro europeo sentaron las bases de la lucha para la "gran guerra": nos enseñaron no solo recetas de cócteles molotov, sino también a confiar en los compañeros y luchar no por políticos. "No se permite la entrada al paraíso a los esclavos", recordó el presidente Zelenski en su discurso de este año en el Día de la Dignidad y la Libertad, aquel lema del Maidán que parecía haberse tatuado en la piel junto con el humo de los neumáticos quemados y el polvo de los adoquines rotos.

Ucrania se encuentra a las puertas de ese paraíso soñado, el "gran sueño europeo del Maidán". Un sueño con el sabor salado de la sangre y las lágrimas. Es poco probable que para la generación del Maidán haya un final feliz; muchos de aquellos que fueron los adalides de la revolución no vivirán para contarla. Algunos de ellos terminarán su camino en ese mismo Maidán.

Dmytro Kotsiubailo era un adolescente delgado que se unió a las barricadas del Maidán en la plaza de la Independencia de Kiev, uniéndose a miles de ucranianos que exigían un trato digno y liberación del yugo ruso. Dibujaba bien y por eso recibió el apodo de Da Vinci, pero su verdadero talento se reveló en la guerra. Nueve años después, fue devuelto a esa misma plaza en un ataúd abierto, cuando miles de ucranianos se reunieron para rendir homenaje al niño que se convirtió en un soldado condecorado y símbolo de la resistencia ucraniana. En ese mismo Maidán, también se despidieron del activista Roman Ratushny, un joven de 25 años que fue golpeado por la policía en la plaza cuando era adolescente y que murió en combate cerca de Jarkov. En su discurso, Ursula von der Leyen recordó más tarde al manifestante que "nunca dejó de luchar por una Ucrania mejor".

"Primero fueron los disparos en el Maidán, luego los mayores partidarios fueron a la ATO [zona de guerra antes de la invasión a gran escala]... Así es como sucede. A la guerra primero van los que creen y siempre han creído en este país, y luego los que fueron movilizados", comenta Iryna Gertsun, presentadora en el principal canal del país. En su recuerdo de esos eventos quedan publicaciones en Facebook, textos en Livejournal, una vieja chaqueta roja y muy glamurosa que, según bromas de amigos, la hacía un blanco fácil para un francotirador, y dos cruces regaladas por un sacerdote en esa plaza. 

Para ella, participante en esos eventos, la sensación de una gran victoria revolucionaria nunca llegó. Después del "jueves sangriento", el día en que el gobierno disparó a los manifestantes, le resultaba difícil regresar al centro de la ciudad. Todavía busca significado en esos días, sin poder encontrar una respuesta a la pregunta "¿por qué?": "No había tantos manifestantes ese día. Todavía no está claro por qué el gobierno tomó esa medida", reflexiona Iryna.

Amigos y familiares despiden a Andrii Trachuk, conocido activista del Maidán, en la plaza de la Independencia de Kiev, tras su fallecimiento en el frente en Jersón
Amigos y familiares despiden a Andrii Trachuk, conocido activista del Maidán, en la plaza de la Independencia de Kiev, tras su fallecimiento en el frente en Jersón
SERGEY DOLZHENKO / EFE

El comienzo del Gran Sueño Europeo

Durante una de las clases introductorias para nuevos estudiantes en el período previo al Euromaidán, Vyacheslav Bryukhovetsky, fundador de la Academia Kyiv-Mohyla, contó una historia semi-mítica sobre cómo ganó la universidad en un partido de ajedrez. Los estudiantes de su universidad fueron algunos de los primeros en ir a huelga cuando el entonces presidente Viktor Yanukovich no quiso firmar el Acuerdo de Asociación con la UE. Al final de su discurso introductorio, Bryukhovetsky dijo: "Os dirán que no tenéis experiencia, pero esa es vuestra ventaja. La experiencia nos enseña a calcular, a considerar que algunas cosas son imposibles de hacer. Si hubiera sabido entonces lo difícil que sería restaurar la universidad en el período postsoviético, probablemente no habría comenzado. Qué bueno que no lo sabía".

Los estudiantes, los participantes de las protestas, no lo sabían. Cuando salieron con carteles por Europa, no sabían que en un mes la Policía los golpearía brutalmente, que al día siguiente de la paliza sus padres ya se sumarían a las movilizaciones para defender a sus hijos, y saldrían millones, que protestarían todo el invierno, que construirían barricadas y vivirían en el centro de la capital, sobre los asaltos nocturnos de la Policía, sobre cómo un gobierno enloquecido dispararía a los manifestantes... Y ciertamente no sabían los largos años de guerra que les esperaban y los miles de amigos muertos que lloran ahora. Como luego diría Yulia Kochetova, fotógrafa de guerra, "nos encontraremos en funerales".

Lo que definitivamente sí sabían los maidanistas es que estaban cansados de vivir en un país corrupto en todos los niveles, de las falsas promesas de los políticos, de las largas colas humillantes en los centros de visados, donde constantemente tenían que demostrar que iban a Europa no como potenciales inmigrantes, del estigma soviético.

Los eventos del Maidán comenzaron con un breve post del famoso periodista Mustafa Nayyem, un texto que los ex estudiantes, ahora ya sólidos treintañeros, conocen casi de memoria: "Nos encontramos a las 22:30 cerca del monumento a la Independencia. Abríguense bien, traigan paraguas, té, café, buen humor y amigos". Ese día realmente llovió mucho... Pero no importó. En el aire de los primeros días había un olor a té, café, sándwiches repartidos por estudiantes sonrientes. Y también el embriagador aroma de la libertad. 

La juventud bailaba para calentarse en medio de temperaturas bajo cero, expulsaba a los políticos que intentaban apropiarse de la protesta, dibujaba carteles divertidos: "Gobierno, you are a criminal", "Ucrania es Europa" y gritaba "Firma". Un político diría desaprobatoriamente: "¿Quién protesta así, convirtiendo la plaza en un festival?". Esa es la audacia de la juventud.

El primer día de invierno, el país amanecería conmocionado tras conocer que la Policía golpeó brutalmente a los estudiantes durante la noche: hubo 80 heridos y 20 fueron hospitalizados en estado grave. Algunos de los jóvenes más afortunados (algunos incluso menores de 18 años) se escondieron en la Catedral de San Miguel. Entonces, entre la multitud, se escuchaba: "Lo último que necesitamos es que nuestros hijos se escondan en las iglesias". Con cada evento subsiguiente, se volvía, como en los libros de Harry Potter, cada vez más aterrador.

Manifestantes ucranianos en la plaza del Maidán el 11 de diciembre de 2013
Manifestantes ucranianos en la plaza del Maidán el 11 de diciembre de 2013
SERGEY DOLZHENKO/EFE

Qué bien que entonces no lo supieran…

En la noche del 11 de diciembre, unidades especiales rodearon la Plaza de la Independencia (Maidan Nezalezhnosti). De repente, se escuchó una frase que hacía erizar el vello: "Quieren empezar el asalto…".

El miedo aprieta el pecho, las manos comienzan a temblar, suenan las campanas de la Catedral de San Miguel. Pero aprietas en tu mano una cinta con la bandera europea como si fuera un amuleto mágico y eliges quedarte. Permanecer a pesar del miedo, las amenazas del gobierno. Permanecer por ti y por quien está a tu lado. Por eso, la simpatía que a menudo se expresa en Europa hacia la oposición rusa, que tiene miedo, no encuentra apoyo entre los ucranianos... Maidán, a pesar del miedo, la tos por las llantas quemadas, las noches a -20 grados, eligió quedarse de día y de noche. 90 días.

Ruslana, ganadora de Eurovisión 2004 y la voz de Maidán, se subió al escenario. "¡Cálmense! Repitan después de mí. No tenemos miedo... Somos una manifestación pacífica... ¡Maidán vive!". Docenas de voces repetían como un mantra: "Maidán vive" y "¡Levántate, Kiev!". Un hombre en la multitud dijo: "Somos pocos, si no viene más gente, la revolución terminará hoy". Pero Kiev escuchó ese llamamiento y despertó. En las redes sociales los mensajes más populares esa noche decían: "¿Alguien tiene un coche? Necesito un taxi para ir a la revolución". La cantidad de gente aumentó rápidamente. Y los autobuses con Berkut (fuerzas especiales) dejaron la Plaza de la Independencia.

El 22 de enero, la Policía utilizó armas de fuego por primera vez, provocando la muerte de cinco personas. A pesar de todos los esfuerzos del gobierno y las bajas temperaturas, Maidán continuó sobreviviendo. La gente no abandonaba las barricadas. El turno de noche se convirtió en la rutina diaria después del trabajo para miles de habitantes de Kiev. "Así estaremos hasta el próximo Año Nuevo", era un chiste típico de ese período.

El día más cruel y decisivo fue el 20 de febrero. Esa noche se difundió información de que el gobierno quería dispersar las protestas. La gente se pasó toda la noche en medio de una gran tensión, esperando un ataque en cualquier momento. Por la mañana, todo el transporte se detuvo, no se vendía gasolina, los coches no se abastecían. La Plaza de la Independencia estaba bloqueada. La Policía no dejaba pasar a ningún coche al centro de la ciudad. Los partidarios de Maidán decidieron romper el cordón policial. De repente se oyeron disparos. Las balas no solo iban dirigidas a los defensores, sino también a los manifestantes pacíficos, incluyendo mujeres, niños y médicos. No había bromas, ni cantos, ni bailes. Silencio. Luego comenzó un nuevo tiroteo. Cada hora llegaban nuevos cuerpos. En los rostros negros por el humo de las llantas ardiendo se podía ver desconcierto, dolor y cansancio. ¿Cómo luchar contra un enemigo que no puedes ver? Ese día mataron a unas 100 personas, que se conocen desde ese día como "El Centenar Celestial".

Maidán ganó esa batalla, Yanukovich se fue, pero la lucha aún no ha terminado… Pusimos nuestro conocimiento, educación, salud y vidas por ese país en el que tanto creíamos. No podíamos hacerlo de otra manera. Tal vez las futuras generaciones, que ya vivirán y construirán una mejor Europa posguerra, en la que tanto soñamos, algún día aprecien el enorme sacrificio de una generación de audaces y valientes idealistas, que se consumió en la lucha, y dirán: "Qué bien que entonces no lo supieran".

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