El "gen del guerrero": la agresividad se puede heredar

Sistema de doble hélice de una molécula de ADN.
Sistema de doble hélice de una molécula de ADN.
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Sistema de doble hélice de una molécula de ADN.

Los hombres son más agresivos que las mujeres. Al menos, físicamente. Lo dice la ciencia. La genética puede explicarnos, pero no debería justificarnos. El "gen del guerrero" favorece el impulso agresivo, y podría relacionarse con la violencia localizada. Sin embargo, prudencia. Tan importantes son los factores endógenos, como lo son los exógenos. Experiencias, valores y educación. Como canta un refrán: lo que en casa se cría, en la calle se estría.

Las dinámicas de ciertos barrios se reproducen a escala mundial. Existen zonas geográficas más conflictivas que otras, basta revisar los textos de historia. La hemeroteca del Índice Global de la Paz muestra la peligrosidad persistente de ciertas regiones a lo largo de las décadas. Los puestos oscilan, pero determinados puntos de África, Oriente Medio o Rusia, siempre aparecen teñidos de rojo, y zonas como Afganistán, Yemen o Siria, no bajan del podio. Las razones son, claramente, geopolíticas. Sin embargo, también podría agregarse un ingrediente genético a este cóctel idiosincrático.

Ojos azules, hoyuelos o agresividad. Casi todo se puede heredar. Varios estudios determinan que el impulso agresivo puede pasar de madres a hijos. En concreto, ciertas variantes del gen MAO-A serían las culpables de la predisposición a la agresividad, y la razón de la prevalencia en varones viene a continuación.

Este gen se encuentra en el cromosoma X. Si la madre es portadora, hay un 50% de posibilidades de que el hijo lo herede. Dado que se trata de una especie de mutación, en el caso de la mujer (XX), la existencia del segundo cromosoma X compensaría tal variación. Pero en el caso de los hombres (XY) no hay segundo cromosoma X, por lo que la alteración no puede compensarse, y se desarrolla en su plenitud.

En plenitud, con un condicionante: para que el "gen del guerrero" se active, el hombre que lo herede tiene que haber pasado, durante la infancia, por algún acontecimiento traumático. Una paliza, una muerte, una explosión, un accidente. De esta forma, el gen se despierta y actúa, llegando a modificar la conducta, porque la enzima MAO-A está involucrada en la descomposición de serotonina, noradrenalina y dopamina, importantes reguladores del estado de ánimo y comportamiento.

La conducta antisocial se debe a varios factores, pero, en casos de violencia persistente, los estudios indican que la genética influye en un 50%. Del mismo modo, varias investigaciones avalan que, dentro de una comunidad determinada, más de la mitad de los actos criminales serían llevados a cabo por el 10% de las familias. Es decir, una familia sobre diez sería la culpable de más de la mitad de los actos violentos.

Y aquí está el cóctel polémico: el trauma infantil es común en zonas de guerra. Si esta variación genética aparece en una comunidad donde se desarrollan conflictos constantes, tal predisposición natural, debido al trauma, quedaría activada. Durante un conflicto, además, las fronteras se blindan. El intercambio de ADN con otras poblaciones se limita, consolidando la presencia del gen agresivo. No sería difícil, entonces, localizar el "gen guerrero" en el mapa. Este ciclo de agresividad heredada podría afianzar la violencia de ciertas zonas geográficas. Es una amenaza que se retroalimenta.

Pero la lógica puede ser peligrosa, ya se ha visto a lo largo de la historia. Basta un pequeño fallo en su estructura para convertir el silogismo en una falacia.

El "neuroderecho" ya es una tendencia internacional. A medida que la ciencia avanza, su aplicación en el ámbito de la criminología va agregando axiomas al código penal. Las variantes del MAO-A ya han llevado a reducir la condena de diversos asesinos, pero su regulación jurídica sigue en proceso de definición. Es un ámbito emergente y delicado. Explora los límites éticos y rediseña el concepto de culpabilidad.

Hay zonas que albergan tasas de delincuencia más altas. Sí, existe la violencia persistente y localizada. Sí, hay familias más agresivas y generaciones de delincuentes. Pero la ciencia ni explica las guerras, ni debería servir para estigmatizar. No es lo mismo agresividad que violencia: la agresividad es un impulso, pero la violencia es una elección. Es verdad: la mayor parte de asesinatos no son actos premeditados, son fruto de la impulsividad. Pero no hay conflicto menos impulsivo que una guerra convencional.

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en ‘Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias’ y otro en ‘Criminología, Victimología y Delincuencia’.

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