OPINIÓN

No pensar en Sánchez

  • "Al principio será duro, pero tiene sus compensaciones, como aseguran los que dejan el tabaco".
Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
Raúl Terrel / EFE
Pedro Sánchez

Sé que es difícil lo que propongo, pero con un poco de fuerza de voluntad se puede conseguir: no hablar de Sánchez durante las próximas fiestas navideñas, salirse a la calle cuando estamos en un restaurante con amigos y sentimos de pronto esa tentación. Al principio será duro, pero tiene sus compensaciones, como aseguran los que dejan el tabaco. Dejas de hablar de Sánchez y recobras el gusto por la comida, por la conversación… La vida te vuelve a sonreír. Mejora notablemente tu estado de ánimo y te sientes reconciliado con la Humanidad, con los animales, las plantas, contigo mismo. Respiras mejor, el Universo recupera su orden y la cosas más sencillas vuelven a tener sentido.

Hablo por experiencia. Durante los años en que viví en el País Vasco y en que milité en el Foro Ermua, renuncié, sin ser consciente de ello y sin proponérmelo, a ese importante reducto de intimidad que es el disfrute de la compañía de los tuyos, de aquellos que te importan y a los que quieres. Las necesarias movilizaciones contra el terrorismo, y contra la ideología incivil que lo acompañaba, eran tan absorbentes que no solo te quitaban un tiempo valioso, sino que distraían la atención que debías prestar a tus amigos y a la gente que te alegraba la vida. Creo que me di cuenta demasiado tarde de ese vacío, pero traté de ponerle solución. La solución consiste en crear diferentes compartimentos en tu tiempo, en tu corazón y en tu cabeza.

Hoy no hay un terrorismo que mata, afortunadamente, pero vinimos unos momentos que guardan cierta relación con aquella época, por lo que tiene de absorbente la resistencia a un Gobierno que se ha juramentado para destruir nuestro orden constitucional. Hoy a uno le parece necesario, imprescindible, manifestarse contra esa amenaza, usar todos los recursos democráticos a nuestro alcance para frenar esa calamidad histórica que no nos merecemos y que es el sanchismo, la humillación de nuestro país ante sus enemigos declarados, esa impresentable amnistía y ese referéndum de autodeterminación que nos quiere vender Sánchez como si constituyera un mal venial; como si no fuera lo que es: una traición a las víctimas de ETA, que lo fueron por encarnar la defensa de la unidad de nuestra nación. Por supuesto que está bien y que es necesario, como digo, que nos movilicemos, pero también que no renunciemos a un solo segundo de nuestra vida privada, que no descuidemos el disfrute de nuestras amistades y de nuestros seres queridos hablando a todas de un sujeto que sólo piensa en sí mismo y que ocupa un espacio de la vida civil que no le corresponde.

No. No podemos tolerar que Sánchez invada en nuestras vidas más espacio que el que merece un simple mandatario político. No podemos permitir que enturbie el vino de nuestras cenas. A mí me parece que debemos aprender a separar en nuestra mente y en nuestras horas la esfera pública de la particular, o sea, salvaguardar ese espacio como el bien preciado que es. Debemos decir en un determinado momento de la Nochebuena o de la Nochevieja: aquí ya no hablamos de Sánchez, aunque Sánchez desearía que habláramos de él en todo momento. Y es que, como hay fumadores pasivos, hay también pasivos antisanchistas que no padecen ese vicio de hablar del personaje todo el tiempo y saborear esa bilis que es peor que el humo. Por nuestra salud, por nuestra cordura, por lo que más queramos, resulta fundamental darnos alguna tregua: no pensar en Sánchez. Comprobaremos que, en breves dosis el antisanchismo, sabe mejor. Como el tabaco, sí.

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