OPINIÓN

Psicopatía y luz

'El exorcista''El silencio de los corderos'
'El exorcista''El silencio de los corderos'
'El exorcista''El silencio de los corderos'

Tiempo de narcisos. Tiempo de narcisos y de psicópatas. Por razones que no vienen a cuento —o sí: la vivencia traumática de un familiar, una novela de la que luego hablaré, un amigo que se metió en un lío tremendo—, me obsesiona esto: veo narcisos por todos lados y descubro psicópatas (narcisos evolucionados) a la vuelta de la esquina.

El otro día mirándome en el espejo pensé: ¿Y si fuera yo el verdadero narciso? Estuve contemplándome durante media hora, tratando de escudriñar en mis ojos un brillo inexistente, y me pregunté: ¿Y si fuera un psicópata? Entonces alguien llamó a la puerta: era una multa que llegaba de un pueblo andaluz por haber aparcado este verano en un área restringida. No recordé que hubiera ninguna señal, era la una de la madrugada —la prole tenía hambre y sueño— y había sitio de sobra, lo que me llevó a desearle lo peor al alcalde del pueblo, con una rabia y un rencor psicopáticos. ¡Dios santo, lo soy!, me dije, soy un psicópata integrado. Como en realidad no tengo espejo en casa, pronto logré corregir la conclusión y caí en la cuenta de que el psicópata no era yo, sino el alcalde de ese pueblo que saquea a sus compatriotas con sus trampas de aparcamiento. El pueblo podría ser Vejer de la Frontera, pero no lo confirmo por miedo a otra multa.

Mi amiga Silvia Sánchez Rog publicó hace un año la novela Todos los caminos al paraíso. En ella se narra la relación de la protagonista con su madre turbia, muy turbia. Todos hemos tenido jefes canallas, compañeros de trabajo tramposos, parejas manipuladoras o amigos que resultaron ser otra cosa, pero cuando el psicópata es uno de tus padres la única terapia posible es escribir una novela magnífica. Lo cual significa que has convertido el trauma en luz, pues como relata Begoña Huertas —otra buena amiga— en su novela póstuma y también memorable, El sótano (Anagrama): "Con el tiempo he llegado a la conclusión de que dos cosas merecen la pena en este mundo: el impulso creativo y el amor, si es que no son la misma".

Iñaki Piñuel, experto en psicopatía y narcisismo, asegura que la sociedad actual fomenta el trastorno narcisista, incluso describe la situación como de pandemia. Observo a mis hijas absortas en vídeos de personajes que hablan de su ombligo una y otra vez, y me pregunto si actúo correctamente al permitirlo. El veneno contemporáneo se cuela en casa por la ventana gigantesca de sus malditos móviles.

Asegura Piñuel que todos o casi todos los grandes líderes de la política tienen una personalidad psicopática (de nacimiento o adquirida a fuerza de una progresiva pérdida de la conciencia moral). Nada más escucharlo, agarro un libro de mi biblioteca, En defensa de España (Espasa), de Stanley Payne, donde el hispanista dice esto sobre Francisco Franco: "Los críticos lo acusan de oportunismo y de ansias de poder, así como de carecer de principios y de ideología. Y es cierto que, como la mayoría de los grandes actores políticos, nunca formuló una ideología específica basada en ideas propias".

Los principios recortan tu carrera política: pronto abandonas, dimites, te das por vencido, porque la lucha por el poder es difícil de encajar en una moral estricta. Recuerdo una boda en la que coincidí con un concejal de un ayuntamiento importante, que pertenecía a uno de los dos grandes partidos españoles (da igual cuál). Mientras se comía el solomillo, nos habló sobre una acción municipal inminente y polémica y alguien le dijo que eso podría contrariar mucho a los vecinos. 

"Quedan tres años para las elecciones, ¿quién piensa ahora en los vecinos?", respondió rápidamente. Me reí hasta que su manera de comer me hizo comprender que no lo había dicho en broma. Por eso, los psicópatas que nos dedicamos a escribir novelas merecemos un reconocimiento de la sociedad. Podríamos estar matando gatos o en un ayuntamiento jodiendo a los vecinos o en la ONU causando estragos y estamos en casa, frente al teclado o con el boli en la mano... ¿No es acaso un milagro? Solo la literatura es capaz de convertir el trabajo de un narciso o de un psicópata en un acto de amor. ¡Viva la literatura! ¡Viva todo impulso creativo!

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