Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Vergüenza, orgullo y depresión

Sánchez y Puigdemont cierran el pacto de legislatura.
Sánchez y Puigdemont cierran el pacto de legislatura.
Carlos Gámez
Sánchez y Puigdemont cierran el pacto de legislatura.

Cuando hace cincuenta años comencé a viajar por el mundo, recuerdo muy bien que sentía vergüenza al escuchar el desprecio que suponía para España, para su historia y para su cultura y para sus ciudadanos, que le proporcionaba ser la última dictadura que quedaba en Europa Occidental después de haber sucumbido las nazis, fascistas, salazaristas y griegas. La democracia que se disfrutaba en los países vecinos, algunos que incluso empezaban a dar consistencia a un proyecto de unión, me despertaba envidia y hasta un complejo de inferioridad.

Cuando por fin falleció en su cama el dictador y comenzaron a trascender las dificultades que ofrecía la recuperación de la libertad, renació entre la inmensa mayoría de los españoles la esperanza nerviosa que prometía la democracia. Costaba creer que llegaría entre tantos obstáculos como estaban surgiendo. Pero al final se implantó y por ahí afuera fue celebrado con admiración que pronto se convertiría en ejemplo. Escucharlo, leerlo y comprobarlo en otros idiomas, me producía orgullo.

Fueron varias décadas de libertad las que consolidaron una estabilidad política, nunca carente de problemas por supuesto, pero superados en su realidad admirable. Lo malo es que últimamente aquella euforia comenzó a nublarse con intentos desde el poder Ejecutivo de ponerla en peligro con decisiones, o cuando menos intenciones, de amenazas inesperadas.

Enterarse por ejemplo de que la transparencia obligada estaba languideciendo, que la tentación por conseguir el poder a cualquier precio se imponía incluso forzando los principios de la Constitución de todos, no puede por menos de alarmar, causar decepción y hasta propiciar depresión. Las noticias de que algunas decisiones trascendentes para nuestro futuro estaban siendo tratadas lejos de nuestro país y sujetas a la decisión de intrusos extranjeros, no puede por menos que deprimir el ánimo y propiciar la indignación: el patriotismo puede estar pasado de moda pero en determinados momentos sobrevive.

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