OPINIÓN

En el bosque de los cuentos

Hematocrítico
Miguel López en una imagen de archivo.
Daniel Puente Bello
Hematocrítico

Nos han convencido de que X es un espacio agresivo, siniestro, mezquino y, sin embargo, esta semana la muerte de uno de sus usuarios más antiguos, Miguel López el Hematocrítico, ha generado una unión en la pérdida vista pocas veces. Con su cuenta principal, y las paralelas de las que se hacía cargo Miguel, había hecho reír a carcajadas; un ingenio inagotable que no se limitaba a un tuit, sino que se extendía a blogs, pódcast, libros ilustrados, ensayos y conferencias.

Su generosidad, la empatía del antiguo maestro que sigue viendo niños enmascarados en los adultos ha provocado un escalofrío: se ha ido a los 47 años de un infarto, en medio de todo, con tanto por hacer, y el mensaje que siempre mandaba ("ríe, aprovecha el momento, ama a borbotones, disfruta, juega") cobra ahora una seriedad inusitada.

Nos han insistido en que la literatura infantil no resiste comparación con el resto, como si fuera un género menor. Y de pronto el llanto de los niños que leyeron Feliz feroz, de los que se perdieron en El bosque de los cuentos, nos devuelve a lo importante. Miguel era gamberro y tierno, conocía el lenguaje y el tempo de los pequeños y poseía un mundo propio inconfundible. Escucharle hablar a él (y a su pareja, la escritora Ledicia Costas) de niños, educación y literatura devolvía el entusiasmo y la vocación a quienes dudaran.

Como pasó con Fernando Marías, con Mario Tascón, Miguel deja el vacío y el eco de alguien que creó e invitó a crear: fueron la prueba de que resulta posible otra red social, otro aprendizaje, otra manera de enfrentarse al mundo además del recelo o la queja. Un recordatorio de que no somos agentes pasivos frente a eso en lo que se está transformando una red social, el entorno mediático o el mundo de la cultura. Que podemos elegir, que podemos seguir su ejemplo.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento