Al fin parece que vamos a tener un Gobierno de verdad, no en funciones, aunque sí de Pedro Sánchez. Los políticos que lo han negociado con métodos de zoco árabe lo han conseguido. Bueno, falta por ver qué ocurre el jueves. En la espera, vayamos mentalizándonos de que ningún diputado escuche a sus votantes y le remuerdan los compromisos contraídos durante la campaña. Los negociadores han conseguido cerrar el trato, y el empeño no deja de tener mérito: investirán a Pedro Sánchez hipotecando su mandato para lo que dure.

Bien mirado, no deja de ser una proeza mercantil unir en un solo paquete a terroristas, independentistas, prófugos y golpistas alrededor de socialistas descolgados de su historia. Y no solo eso: meter en un solo bloque ideológico a partidos extremistas de izquierdas como Sumar, Podemos, Bildu y ERC con otros tan conservadores, tan amantes del orden y el libre mercado, como Junts, PNV o Coalición Canaria, también tiene su mérito, compartido con su riesgo. Lo malo es que se hayan olvidado de la cesta de la compra, de las sufridas amas de casa y su duro llegar a fin de mes.

Los negociadores, como no tienen estos problemas tan acuciantes como los que sufren muchos millones de ciudadanos, se empeñaron en liberarse de las deudas públicas para que las paguemos entre todos y se olvidaron de los votantes que lo que ganan no les llega para comer todos los días ni para disponer de una vivienda donde alojarse. Es un olvido muy injusto, a ver cómo este magma ideológico lo arregla. Los damnificados se sienten engañados por la demagogia que les prometía resolver lo suyo, como sería ponerle freno a esa inflación galopante que en dos años ha aumentado la cesta de la compra un 27%.