Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Crisis política en Portugal

Antonio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.
Antonio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.
EFE/JOSE SENA GOULAO
Antonio Costa presenta su dimisión como primer ministro de Portugal.

La próspera estabilidad política y económica que se estaba viviendo en los últimos años en Portugal estalló ayer cuando decenas de policías, atendiendo órdenes de la Corte Suprema de Justicia irrumpieron en los despachos de algunos ministros y otros altos cargos del Gobierno bajo sospecha de corrupción en las negociaciones que se venían celebrando para la explotación de los yacimientos de litio –mineral del que es el principal productor– e hidrógeno.

La sorpresa no dejó mucho tiempo a las especulaciones. Unas horas más tarde, el hasta ahora exitoso primer ministro, António Costa, presentaba la dimisión y, a juzgar por sus primeras declaraciones, de manera irrevocable. Se declaraba inocente de estar implicado en las acusaciones de corrupción que pesan sobre que le salpican a algunos de sus colaboradores y amigos y justificó su actitud explicando que el proceso que se inicia puede prolongarse. "Ha sido –decía un veterano líder de la oposición conservadora– una dimisión digna de un político que piensa en el futuro de su país".

El país no puede estar paralizado a la espera de que los tribunales se pronuncien argumentó en su mensaje a la Nación. "Nadie puede estar por encima de la Ley". Antes de tomar la decisión visitó al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que inmediatamente convocó al Consejo de Estado para decidir los pasos a seguir sin dejar que la crisis abierta se agrave. Lo más probable es que se convoquen elecciones. Costa ya anticipó que él no se presentará.

Portugal es una república semi presidencialista parecida a la francesa. La soberanía nacional es compartida por el Presidente, elegido en una votación directa, y la Asamblea de la Republica, el parlamento unicameral que legista y nombra al jefe del Ejecutivo, aunque siempre condicionado al visto bueno del Presidente. A diferencia de otros sistemas europeos parlamentarios, monárquicos y republicanos, el presidente portugués tiene facultad constitucional para designar y destituir al primer ministro. De hecho, ya lo hicieron al menos en dos ocasiones.

Precisamente Antonio Costa había accedido al poder en 2015, sustituyendo a un primer ministro del liberal PSD, encabezando una coalición de extrema izquierda que anticipaba escasas posibilidades de sobrevivencia. Pero los pronósticos enseguida se equivocaron y aquel Gobierno acabó afianzándose -no sin superar dificultades- y apuntándose éxitos tanto en la recuperación de la estabilidad, la mejoría económica, la imagen internacional, la atracción turística y la influencia política tanto en Europa como en Latinoamérica. En pocos años, portugueses de los dos principales partidos desempeñaron y desempeñan cargos como la presidencia de la Comisión Europea, la presidencia del Eurogrupo y la Secretaría General de la ONU.

Durante los años en que Antonio Costa permaneció el frente del Gobierno, las relaciones con España dejaron de ser las de dos hermanos unidos por la espalda, como solía decirse. Las viejas suspicacias que existían en Portugal sobre las amenazas derivadas de la superioridad territorial y el número de habitantes de España a cambio de la desaparición de las fronteras, la multiplicación de los intercambios comerciales y el incremento de las relaciones culturales, además de una fructífera cooperación en el ámbito internacional, especialmente en el marco de la Unión Europea.

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