Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Amnistía, el ejemplo de 1931

Clara Campoamor fue una abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer en España, creadora de la Unión Republicana Femenina e impulsora del sufragio femenino en nuestro país, la cual se incluyó en la Constitución republicana de 1931 y fue ejercido por primera vez en las elecciones de 1933. Vivió en el exilio en Suiza durante Guerra Española.
Clara Campoamor.
Wikipedia
Clara Campoamor fue una abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer en España, creadora de la Unión Republicana Femenina e impulsora del sufragio femenino en nuestro país, la cual se incluyó en la Constitución republicana de 1931 y fue ejercido por primera vez en las elecciones de 1933. Vivió en el exilio en Suiza durante Guerra Española.

Aún no conocemos el texto de la polémica ley de amnistía, y tampoco es seguro que vaya a alcanzarse un acuerdo entre el PSOE y los partidos independentistas, pero desde hace meses en la política española no hay otro tema. Puede que sea aventurado pronunciarse. No obstante, para muchos existe una poderosa razón que de entrada nos conduce a rechazar la concesión de algo tan excepcional, por no decir anómalo en un Estado de derecho, como una amnistía, aun imaginando que fuese constitucional. 

El motivo por el que Pedro Sánchez se plantea algo que antes negaba categóricamente es que así evitaría la repetición electoral y un posible triunfo de las derechas, PP y Vox, que tan cerca se quedaron el 23 de julio de la mayoría absoluta. La razón pues es la conveniencia partidista, únicamente. "Pedro, haz lo que tengas que hacer, pero no vayamos a nuevas elecciones", "no hay que darle otra oportunidad a la derecha", se escucha en los círculos socialistas. Los otros argumentos que se esgrimen sobre la necesidad de "desjudicializar un problema político", la "pacificación" de Cataluña, la "convivencia", etc., son pretextos. Argumentos construidos para justificar un interés circunstancial.

Querer conservar el Gobierno es legítimo, pero no a cualquier precio. Por ello me parece oportuno utilizar un episodio histórico no muy conocido pero ilustrativo de la actitud correcta cuando nos enfrentamos a una disyuntiva entre principios democráticos y conveniencia partidista. En octubre de 1931, la diputada radical Clara Campoamor logró que en la Constitución de la II República constara que las mujeres también podían votar. Curiosamente, tuvo que enfrentarse a la oposición de una parte de los propios republicanos y de los diputados de izquierdas que temían que el voto femenino fuera a dar la victoria a las derechas en las siguientes elecciones. Indalecio Prieto, figura importante en el PSOE, calificó esa propuesta de "puñalada trapera contra la República". Los contrarios al voto femenino no estaban realmente en su contra, claro está, pero no lo creían conveniente todavía, pues sostenían que las mujeres eran más conservadoras e influenciables por los curas. Efectivamente, en 1933 ganaron las derechas, pero no en 1936. En ambas fechas las mujeres pudieron votar porque entre el principio de igualdad entre sexos y el miedo partidista a perder las elecciones, se impuso lo primero.

Con la amnistía sucede igual. Se quiebra el Estado de derecho y la igualdad entre ciudadanos a cambio de unos votos para una investidura sin que tampoco se ponga fin a la amenaza secesionista. Al contrario, Carles Puigdemont regresaría como un exiliado de verdad. En 1931, la mayoría del PSOE votó en el sentido correcto de la historia. Esperemos que esta vez suceda igual.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento