Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Sociedad polarizada: los tontos útiles del siglo XXI

Hay distopías que se van pareciendo a la realidad.
Hay distopías que se van pareciendo a la realidad.
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Hay distopías que se van pareciendo a la realidad.

Hay que saber mucho para dar una opinión que aporte algo de valor en el asunto del conflicto entre Israel y Gaza. Habría que tener dos tesis doctorales, haber vivido ahí, conocer el terreno y tener experiencia en conflictos para poder dar algo de luz sobre el asunto. Para saber con certeza quién ha lanzado el último cohete sería preciso disponer de satélites, contrastar muchísima información y contar con la ayuda de servicios de inteligencia de última generación.

Sin embargo, todos los días encontramos expertos y fanáticos de uno y otro bando esgrimiendo razones que para ellos son clarísimas. Es una matraca constante de opiniones poco fundamentadas, acusaciones y griterío, por lo general, barato. Parece que es obligatorio elegir bando y dejar que la lucha continúe hasta que uno de los contendientes fracase. Mientras tanto, da la ligera sensación de que otro conflicto más en marcha resulta interesante para los grandes actores del tablero mundial. Una excusa más, el foco en otro lado, el gran cambio del paradigma económico sigue en marcha.

El que pide la paz es un iluso, alguien que está fuera de la realidad y que practica el complejo y arbitrario concepto de la equidistancia.

El pacifismo en todas sus formas, la petición de que el conflicto cese, la mediación, las voces sociales, religiosas, artísticas, filosóficas, intelectuales y culturales en general parecen silenciadas por un mundo que exige polarización. No hay un camino intermedio. En esta pelea del recreo hay que jalear a uno de los contendientes, no corresponde separar, esto no es un colegio, parece una cárcel de película mala.

Los movimientos pacifistas que tuvieron tanto protagonismo durante la Guerra Fría, y sus las campañas antinucleares, la revolución silenciosa, las movilizaciones estudiantiles, las llamadas de atención de los líderes religiosos, las entidades transnacionales de todo tipo ocupadas en frenar la controversia y ayudar a los más débiles en los conflictos parecen ahora agotados, incapaces de encontrar un discurso que mueva, un mensaje que cale o un canal con alguien escuchando al otro lado por el que explicarse.

El que pide la paz es un iluso, alguien que está fuera de la realidad y que practica el complejo y arbitrario concepto de la equidistancia. La polarización invita al individuo a tomar partido, a ingerir cada día su dosis de la terrible droga del enfado y la desesperanza y a alinearse con los de su bando en grupos ridículos que son incapaces de tener un mínimo de dignidad para guardar silencio desde su cutre e ignorante atalaya. 

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