Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Israel o Palestina: me niego a elegir

Soldados israelíes pasan junto a casas destruidas por militantes de Hamás en el Kibbutz Be'eri, en Israel.
Soldados israelíes pasan junto a casas destruidas por militantes de Hamás en el Kibbutz Be'eri, en Israel.
 Lapresse
Soldados israelíes pasan junto a casas destruidas por militantes de Hamás en el Kibbutz Be'eri, en Israel.

Les confieso que, si bien me conmueven las imágenes del ataque de Hamás contra Israel de la semana pasada, y temo que la respuesta israelí sea igualmente inhumana –los cortes de agua y alimentos o los bombardeos sobre Gaza ya lo son–, lo que siento ante este conflicto es mucha tristeza y hastío

Me enfurece además la polarización que observo en clave española y europea entre ambas posiciones. Por un lado, los que se muestran en cierta forma comprensivos con el terrorismo, aun condenando a Hamás, pero levantan con fervor la bandera de la causa palestina; y, por otro, los que salen en defensa a ultranza del Estado de Israel, subrayando que es un país democrático cuando en realidad mantiene un sistema de apartheid y de flagrante vulneración de los derechos humanos. Me niego a elegir. No sirve tampoco de mucho remontarnos al origen del problema porque el sionismo no existiría sin el antisemitismo europeo del siglo XIX y sin el exterminio nazi. En la tragedia entre estos dos pueblos todo se ha hecho mal, empezando por la inconexa partición territorial de Palestina que aprobó Naciones Unidas en 1947, pero esta sería una historia larga de contar.

Y, sin embargo, antes de la acción de Hamás, se estaba transitando una senda de distensión regional tras los acuerdos de Abraham, firmados en 2020. Baréin, Emiratos Árabes, Marruecos y Sudán ya habían reconocido al Estado de Israel y establecido relaciones comerciales. La gran potencia regional que es Arabia Saudí parecía también estar cerca de hacerlo, lo cual era doblemente importante porque es un país sunita, al igual que la inmensa mayoría de los musulmanes palestinos. Hamás, en cambio, es chiita, como Irán, cuyo régimen integrista apoya y financia a esa organización islamista que tiene como objetivo el exterminio de los judíos. Por tanto, es evidente que la incursión criminal del 7 de octubre tenía como objetivo evitar esa normalización de relaciones y encabritar a los israelís.

Como ha explicado en Le Monde el profesor Vicent Lemire, el propósito de Hamás es producir una huida hacia delante de Israel para que ocupe Gaza y descargue su respuesta contra todos los palestinos, encendiendo una guerra regional. Gaza es un territorio densamente poblado, pero devastado, agujereado, perfecto pues para una guerra de guerrillas, lo que llevaría a los ocupantes a cometer crímenes indiscriminados. Seguramente el conflicto israelí-palestino es irresoluble y solo podemos esperar que no empeore, sobre todo que no acabe en un enfrentamiento entre Israel e Irán. ¿Quiénes serían los grandes beneficiados de un mayor desorden mundial? Rusia, que ganaría fuerza en Ucrania, y China, que espera el mejor momento para lanzarse sobre Taiwán.

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