La doble tragedia de Groza: dos de sus vecinos, acusados de colaborar con Rusia en la matanza de 59 residentes

Valentyna, ante el féretro de su nieto de 8 años
Valentyna, ante el féretro de su nieto de 8 años
Olha Kosova
Valentyna, ante el féretro de su nieto de 8 años

"Debería haber sido yo… Mejor yo que vosotros", se dirige una mujer de unos 60 años a cada uno de los cuatro ataúdes alineados en fila, mientras llora y besa las fotografías de sus familiares fallecidos. Se llama Valentyna Kozyr. Aquel día se despedía de su marido, sus hijos y su nieto Vanya, de 8años. Su marido era tío de Andriy Kozyr, cuyo entierro y cena fúnebre en su pueblo natal reunió a numerosos familiares y vecinos aquel fatídico jueves, en el que Rusia atacó la cafetería del pueblo y segó la vida de casi 60 vecinos.

Tras unas cuantas oraciones y un discurso del capellán militar —la familia se había negado a celebrar un servicio religioso en ruso—, los cuerpos de los seres queridos de Valentyna desaparecieron bajo tierra. Más tarde, ante los periodistas, admitió que, después de meses en el oeste de Ucrania, lo primero que había pensado al ver el cuerpo de su nieto en la morgue era "lo mucho que había crecido" desde su "último encuentro".

Más de una semana después del asesinato masivo de Groza, un pueblecito en la región de Járkov en el este del país, el número de cruces con los nombres de difuntos en el pequeño cementerio local ha aumentado notablemente, al igual que el numero oficial de víctimas enterradas bajo las ruinas del café local Sputnik, que ha ascendido a 59 personas. Las breves ceremonias de despedidas y los cortejos fúnebres por el pueblo se han convertido en algo habitual en los últimos días. 

Los vecinos de Groza colaboran excavando nuevas tumbas en el cementerio
Los vecinos de Groza colaboran excavando nuevas tumbas en el cementerio
Olha Kosova

La búsqueda del "chivato", la persona que indicó al Ejército ruso el día y la hora exacta de la comida en la cafetería Sputnik (satélite, en español), ha reabierto un tema considerado aún bastante incómodo en los medios ucranianos y que ha sido evitado por la gran mayoría: los colaboradores. Un asunto sobre el que se ha querido pasar de puntillas porque la defensa de la población prorrusa fue uno de los motivos que usó la propaganda del Kremlin para justificar la invasión.

Según las fuerzas de seguridad de Ucrania, Volodymyr, de 30 años, y su hermano menor, Dmytro, de 23, fueron quienes apuntaron el misil contra el pueblo de Groza, aunque hasta hace poco eran "residentes locales". Pertenecían a la unidad de Policía pero, cuando llegaron los rusos, su familia se puso del lado de los ocupantes, y un par de días antes de la liberación se escaparon a territorio ruso. En los primeros días de invasión, Volodymyr cambió su coche de Policía por la letra Z, símbolo del Ejército ruso, y según los vecinos se dedicó a delatar a vecinos que habían servido en el Ejército ucraniano, ayudaba a llevarse "vodka y manteca" e instalarlos en apartamentos vacíos y golpeaba a la gente durante los interrogatorios.

La familia de estos dos jóvenes era oriunda del pueblo y vivía en la calle Samarska, que, según los lugareños, siempre estuvo llena de alegría y era una de las "mejores calles para vivir". Hoy, está llena de miradas intensas y puertas abiertas donde se pueden ver coronas de flores y caras afligidas desde el patio. Serhii, el padre de los dos acusados, tenía tres hijos, que crecieron en el pueblo. El café Sputnik era un lugar de culto para todos, y allí se reunía la juventud local a menudo. La madre de los hermanos menores, Natalia, incluso trabajó en el café durante cuatro años, según su vecina Lyuba. 

Uno de los vecinos del pueblo que iba a la escuela con Volodymyr afirmó que no les caía bien a los chicos locales. "Se sentía ofendido por todo el mundo”, comentó. Quizá acabó en la Policía porque le gustaban las autoridades y quería compensar de algún modo el modo en que le trataban en la escuela local", comenta una de las fuentes, que desea permanecer en el anonimato por su seguridad.

Vecinos de Groza lloran en el entierro de sus familiares
Vecinos de Groza lloran en el entierro de sus familiares
Olha Kosova

En Groza, como en el resto de los territorios liberados, comentan que algunos residentes aceptaron colaborar con los rusos por una serie de razones que a menudo se solapaban: miedo, simpatías prorrusas, oportunismo o la esperanza de hacer algo productivo para su gente o su localidad. Los rusos en la región de Járkov actuaban como si llevaran allí toda la vida, mientras el Gobierno ucraniano avisó de que los que colaboraban con el enemigo tendrían que afrontar las consecuencias. Consecuencias que tras la liberación no siempre llegaban por falta de pruebas.

Antes de que se hicieran públicos los resultados de la investigación, los lugareños tenían varias versiones e incluso sospechaban del sacerdote, por pertenecer a la Iglesia Ortodoxa rusa. Parecía algo lógico, porque en los pueblos de la región de Kiev había algún sacerdote entre los que ayudaron a los rusos en las primeras horas de invasión. Además, una gran parte de los habitantes de Groza no podía creer que los responsables fueran "uno de los suyos". Olha, una de las vecinas y amigas de la familia de Valentyna Kozyr, decía días antes del funeral: "Los servicios especiales han revisado nuestros teléfonos, pero no me lo creo. ¿Cómo puede ser? No, nadie podría hacer esto. Aquí nos conocemos todos. ¿Cómo podrían vivir después con ellos mismos?”.

Tras escapar a Rusia, los hermanos mantuvieron vínculos con algunos vecinos y familiares lejanos del pueblo. De esa forma, podrían haberse enterado del velatorio que acabó en tragedia, según el servicio de seguridad ucraniano. Todavía en el pueblo quedan preguntas sin respuesta. Si la investigación del SBU era cierta, entonces ¿cómo podría una persona que pasó toda su vida en el pueblo condenar a muerte a sus vecinos?

La nueva ofensiva rusa en frente del este es otra de las preocupaciones en el pueblo. "Podrían avanzar y ya nos conocen a todos... Tengo que sacar a mi familia de aquí”, comenta uno de los aldeanos. A la cuestión sobre la posible justicia responde: "No creo que haya ninguna, siguen en Rusia… ¡Que ni si les ocurra volver al pueblo! Creo que les quemarían la casa…".

Una mujer, desolada en uno de los entierros en Groza tras el ataque ruso que mató a 59 vecinos
Una mujer, desolada en uno de los entierros en Groza tras el ataque ruso que mató a 59 vecinos
Olha Kosova
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