"Entraron mil terroristas de Hamás como locos en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Y dispararon a todos"

"Entraron mil terroristas de Hamás como locos en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Y dispararon a todos", relata una de las testigos.
"Entraron mil terroristas de Hamás como locos en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Y dispararon a todos", relata una de las testigos.
"Entraron mil terroristas de Hamás como locos en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Y dispararon a todos", relata una de las testigos.
"Entraron mil terroristas de Hamás como locos en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Y dispararon a todos", relata una de las testigos.
Atlas

Feigele Salomon, argentina (75 años), vive en Hatzerim, un kibutz (comuna agrícola), situado a 30 kilómetros de la frontera de Gaza, cerca de Beer Sheva y junto una base aérea israelí. Abuela de seis nietos, vive con su marido Adash en Hatzerim desde 1967 y en la madrugada del domingo se despertó allí antes de que sonaran las alarmas porque empezó a temblar el suelo por los cohetes. "Se sentía ¡Boom, boom, boom!", cuenta. Así supo del comienzo del peor ataque de Hamás a Israel.

A petición de sus hijos, Adash y Feigele acudieron a refugiarse el domingo a casa de una hija y su nieto, de 10 años, dentro del mismo kibutz, porque tiene su propio búnker. Este lunes ya han regresado a su domicilio, desde donde cuentan, por teléfono, que la familia se encuentra bien, pero siguen en estado de parálisis y no recuerdan haber vivido en sesenta años un situación tan brutal, con cientos de muertos, unos 700, decenas de secuestrados y más de 5.500 cohetes lanzados en día y medio.

"Muchas veces tiran cohetes, no es algo nuevo. Esta vez, a las seis y media de la mañana del domingo me desperté, antes de que empezaran a sonar las sirenas que atronaban cada dos minutos", cuenta Feigele. "Los escuchaba caer (los cohetes) y todo temblaba, a veces eran los sistemas de Israel para interceptarlos, que los consiguen bajar en el camino. Se sentía '¡boom!', '¡boom!. Tiraron una cantidad terrible".

Y prosigue: "En mi población no hemos vivido lo que en otros kibutz que están pegados a la frontera con Gaza. Allá entraron mil terroristas de Hamás como locos, en motos, en camionetas, con gran cantidad de armas. Dispararon a todos, era población civil. Iban casa por casa matando a la gente. La gente se metió en sus refugios, pero les golpeaban e incendiaban las casas para que salieran y matarlos".

"Iban casa por casa matando a la gente, la gente se metió en sus refugios, pero les golpeaban, incendiaban casas para que la gente saliera y matarlos"

Feigele y Adash se mantienen informados de lo que sucede en la frontera por los testimonios de supervivientes en los informativos de televisión. Pero Feigele está convencida de que no les están mostrando todas las imágenes que hay de los atentados: "Los terroristas grabaron sus atrocidades y no las enseñan en toda su crudeza".

Esta argentina asentada en Israel se quiebra al recordar el drama de una fiesta de música en la naturaleza donde se han encontrado 260 cadáveres. "Se los bajaron a los muchachos (los mataron) como si fueran patitos de feria. Es terrible".

A esta fiesta de música electrónica que acabó en tragedia con la entrada de los terroristas acudió, precisamente, un joven de 21 años de otro kibutz, Samar, en el que ha residido Yuuval, un israelí que por seguridad da un nombre ficticio y explica que la familia todavía sigue sin saber nada de su paradero. "Conozco al muchacho bien y es terrible la situación por la que está pasando su familia, que se queja en las redes sociales de la desinformación", explica Yuvaal desde su localidad, a 200 kilómetros de distancia de Gaza. Yuuval dice que hay unos 2.000 heridos en hospitales y que la familia de su vecino confía en poder encontrarlo allí. 

Feigele, la argentina de Hatzerim, también se muestra muy afectada por el caso del secuestro de una anciana de 85 años. "¿En qué cabeza entra llevarse a una mujer de 85 años? Es no tener ninguna moral ni ética, no es una guerra de soldados, es de una violencia y de una crueldad terrible".

Para Yuuval, la situación es consecuencia de los bombardeos recientes de Israel para recuperar el control de la Franja de Gaza, y espera que la "venganza" que ha prometido el Gobierno de Israel no ponga más vidas en peligro, más que nada porque sigue habiendo "niños, mayores, hombres y mujeres israelíes secuestrados en la zona".

Feigele tiene un vecino cuya hija vive en otro kibutz junto a la frontera, en Sederot, a la que los terroristas de Hamás secuestraron junto a otras 50 personas en un comedor. Horas después lograron ser rescatados, pero todavía en esa población hay personas desaparecidas. "No saben qué pasó, van ya dos días y todo es demasiado incierto". Los rescatados, por su parte, salieron de la comunidad sin ropa y sin calzado. En el kibutz de Feigele los vecinos se han organizado para mandar ropa y víveres. Pese a que en la comunidad ha habido diferencias políticas, sobre todo por las reformas del aparato judicial, los ataques, dice, les han unido a todos para echar una mano a los que se han quedado sin nada.

El precedente de Yom Kipur (1973)

Feigele echa la vista atrás y dice que lo más parecido a lo que están viviendo sería el ataque de Yom Kipur, la festividad del 6 de octubre, en el año 1973. Aquel año su marido fue llamado a la reserva. Estuvo seis meses, y ella criando a dos bebés sola. "Pero eso era una guerra en el frente, con soldados, no con terroristas a la manera de una invasión. Esto no lo habíamos visto nunca". 

La particularidad es que ahora han atacado a la población civil unos terroristas suicidas a los que se les promete el paraíso y mujeres vírgenes si mueren matando, explica Feigele. "Y así van... Es una locura y cometen cualquier atrocidad. Que, por otro lado, es algo que nada tiene que ver con la religión o la ley del Islam", se lamenta. 

En el kibutz donde habita se piensa que la reacción del Gobierno de Israel va a ser fuerte, porque la agresión fue muy grande. "El Gobierno dice que esto va a ser largo, duro y que hay que tener paciencia y fuerza".

La situación en las poblaciones fronterizas con Gaza la describe como "un infierno", con zonas sin agua ni electricidad, buscando qué comer y cómo esquivar los ataques. Mientras que más adentro, donde ellos viven, la situación es de parálisis total. Nadie va a la escuela, ni al trabajo, y se les ha dicho que se queden en casa. "Ahora casi no tiran cohetes, pero no se trabaja, hay instrucción de estar cerca de casa, quedarse al lado de los refugios, está todo paralizado".

La pareja tiene billetes de avión para viajar a Madrid este miércoles, 11 de octubre. Planeaban venir a visitar a una hermana de Adash, pero no saben si volarán. "El problema es llegar al aeropuerto y que haya vuelos. La situación cambia cada minuto. No sé qué puede pasar. Tengo la ropa al lado de la maleta, pero no la puse todavía dentro. Vamos a ver”.

"(A los niños) procuramos darles información que sean capaces de entender y que no les cause estrés"

Les preocupan sus hijos y nietos. "Es normalmente el temor de uno, eso que muestra la tele de los padres de los chicos en el festival en la naturaleza, que todavía no saben ni dónde están sus hijos. Es algo terrible. Es algo que te desarma". Sobre cómo están viviendo la nueva guerra sus nietos, los más jóvenes de la familia, entre 10 y 18 años, explica que como han nacido en Israel, no les pilla del todo de nuevas.

Feigele explica que los jóvenes han sido educados "para dominarse sus miedos y no sentir inseguridad". Puede ser difícil de explicar, reconoce, "pero mis hijos intentan llevar cierta normalidad, incluso encerrados en casa. Mi hija juega a la pelota dentro de casa con su hijo de 10 años, al monopoli, con el gato... Además procuramos darles información que sean capaces de entender y que no les cause estrés". Feigele, sin embargo, recuerda a esas otras familias han corrido peor suerte. "Acá estamos más alejados, no es como los que viven al lado, eso sí es un infierno: han matado a familias enteras, uno al lado de otro... terrible".

Por su parte, Yuuval, tras condenar "esta guerra sucia, loca e inhumana"  perpetrada en las últimas horas por Hamás, pide enmarcarla en varias décadas de conflicto y considera que "es más necesaria que nunca la intervención internacional para conseguir si no la paz, si un acuerdo duradero que beneficie a ambas comunidades".

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