Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Pobres en tiempo

Un hombre cambia su reloj.
Un hombre cambia la hora en su reloj.
Europa Press
Un hombre cambia su reloj.

Una llamada. Solo tenía que hacer una llamada a una amiga para ver cómo cuadrábamos vernos y encajar una cita que teníamos prevista para noviembre. ¡Para noviembre! Era tan fácil y tan complicado como todo eso. Pero pasaron 3 días y ni ella ni yo habíamos podido sacar 5 minutos para hacernos esa llamada. El tercer día, cuando me metía ya a la cama, le envié un mensaje diciéndole que, de nuevo, las horas me habían comido y que, al día siguiente, sin falta, la llamaba. Su respuesta, casi inmediata, me dejó pegada al móvil: "No te preocupes. Lo entiendo: somos pobres en tiempo". 

Me pareció el mejor resumen a una generación que va corriendo de un lado para otro, intentando hacerlo todo, llegar a todo, cumplir con todo, no dejarnos nada, seguir siendo excelentes en nuestro trabajo, madres presentes en nuestra familia, compañeras para nuestras parejas… Nos hemos impuesto tantos roles, tantos compromisos, tantas obligaciones, que hemos descuidado algo vital: el tiempo. Cómo y en qué queremos gastarlo, el tiempo que tenemos, el que hay, un tiempo finito, que no podemos pausar ni prolongar. Es el que es. Y lo mejor, o lo peor según se mire, es que no sabemos de cuánto disponemos.

A los dos días de ese mensaje –por cierto, que sí, que cumplí con mi promesa y llamé a mi amiga, y le prometí que escribiría este artículo precisamente con su frase– me llegaba la noticia de la muerte de Mario Tascón. Tenía 60 años y mucha vida todavía por vivir, muchas ideas que desarrollar, muchos proyectos por hacer. Las redes se llenaron de mensajes de todas esas personas a las que Mario dedicó su tiempo, su atención: personas a las que inspiró, que somos muchas, personas a las que se paró a escuchar, a guiarles, a darles ánimo. Su tiempo sirvió a muchos para que no tiraran la toalla, para que siguieran creyendo en ellos. Cientos de periodistas que lo son hoy gracias a él. Escucharle era un regalo, doy fe. Sus reflexiones, su visión de dónde estaba esta profesión, cuáles eran sus desafíos, sus ganas de crear...

Su tiempo fue valiosísimo. Mario fue rico en tiempo, en todo el que dedicó a los demás y en todo ese tiempo que la vida ha decidido quitarle de repente. Echen un vistazo a las redes y lean lo que estos días se ha escrito sobre él.

El tiempo de Mario sirvió a muchos para que no tiraran la toalla, para que siguieran creyendo en ello

Así que sí: somos pobres en tiempo. Pero podemos decidir a qué podemos dedicarlo. No quiero seguir pensando que los días me comen, que la vida me pasa por encima sin darme cuenta. Quiero saber darle al botón de pausa y sacar tiempo para una simple llamada. Quiero ser rica en tiempo: quiero ser consciente de en qué lo gasto y en qué lo empleo. Quiero estirarlo, cómo no, pero sabiendo que tengo el que tengo, no sé si mucho o poco. Quiero que mi tiempo llene el tiempo de otros, como hizo Mario.

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