OPINIÓN

La vida no es una visita guiada

Portada de 'Robots asesinos'.
Portada de la serie 'Robots asesinos'.
Netflix
Portada de 'Robots asesinos'.

Yo tenía un profesor de Antropología que parecía haberse escapado de un zoológico o quizás de un circo (confío en que no lea esto). Era grande como un gorila, pero tenía una cabeza pequeña, como de gorrión. Le gustaba presumir de campechanía y abrazar a las alumnas y a los alumnos. Nos hacía subir mucho al estrado, sobre todo a ellas (eran más), para que escribiéramos en la pizarra sus teorías, sus frases, sus cosas. "La vida no es una visita guiada", replicaba cuando nos quejábamos de algún examen sorpresa o de algún problema académico en aquella fatídica facultad de Geografía e Historia. 

A veces garabateaba él mismo la frase en la pizarra, apretando mucho la tiza, como para que diera grima. Este profesor de Antropología sostenía que el progreso humano era una filfa, una mentira, que nuestra especie no había mejorado en calidad de vida desde el Paleolítico. Se le podía ver en la cafetería tomando siempre filetes de carne casi cruda, sonriente, pero solitario, imaginando quizás que la ternera la había cazado él con lanza y escudo.

Como nunca sabes cuándo ni dónde te van a llegar las lecciones vitales, el eco de sus palabras, que entonces me tomaba a broma, me desvelaron el otro día tras un pequeño problema personal. "La vida no es una visita guiada", escuché en sueños. Y abrí los ojos: ¡qué frase tan certera y necesaria!

Su escepticismo se centraba en el ámbito laboral. Sostenía que, a pesar de los avances tecnológicos (era la década de los 90), las condiciones de trabajo seguían siendo iguales o peores que en tiempos pasados. Consideraba que las tostadoras, los microondas y los automóviles eran simples y ruidosos juguetes sin valor real. Era un tipo muy raro que solo parecía feliz cuando chocaba dos piedras sobre el escritorio para mostrarnos cómo nuestros antepasados habían logrado hacer fuego.

Hoy en día, con la llegada de los robots, muchos comparten el pesimismo de aquel profesor. Piensan que las máquinas no están aquí para liberarnos del trabajo, sino para amargarnos la vida. Y es cierto que, si una cajera falta en el supermercado, sabes que no se encuentra en su hogar disfrutando mientras una máquina desempeña su labor, sino que ha sido expulsada del mercado laboral. Y pronto habrá un autómata disponible para cada oficio o profesión, incluso para debatir en la radio a favor o en contra de los políticos.

"Hoy comprendo que, a pesar de su lema vital, el profesor albergaba un temor profundo hacia el porvenir, hacia lo desconocido, con robots o sin ellos"

Cuando uno contemplaba al profesor entrechocando las piedras podía adivinar en su semblante la apacibilidad de quien soñaba con una foto fija, imperturbable, la del pasado remoto, una época cerrada sobre la que él establecía visitas guiadas. Frente a ese pasado pacífico —por impasible— el presente es siempre un ámbito de incertidumbre que se proyecta hacia el futuro. Hoy comprendo que, a pesar de su lema vital, el profesor albergaba un temor profundo hacia el porvenir, hacia lo desconocido, con robots o sin ellos.

Un amigo me contó una historia alucinante: una vendedora de Thermomix llamó a su casa, y resultó ser una compañera nuestra de facultad a la que el profesor invitaba a menudo al estrado. Lo increíble es que, con el tiempo, decidieron casarse. Y, para mayor ironía, ella se dedica a la venta de robots de cocina.

Que el destino es imprevisible lo demuestra que ese hombre y esa mujer, profesor goriláceo y alumna elegante y discreta, terminaran juntos en un matrimonio tan asombroso, tan psicodélico, que realmente a uno le hace admirarse de la vida y sus sorpresas; como la que debió sentir el primer sapiens que hizo chocar dos piedras y, plas, surgió el fuego, o como la que debió sentir el propio profesor cuando ella le devolvió una mirada ardorosa, o viceversa. Me pregunto si el profesor habrá cambiado su visión del mundo, si por amor o por convivencia conyugal habrá sucumbido a la tecnología moderna, de la que los robots de cocina son vanguardia, o si será fiel a sus antiguas convicciones. Me pregunto si, hoy día, escribirá su lema en una moderna y silenciosa pizarra digital.

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