Pornovenganza, el otro caso judicial en el que se vio envuelta Rosa Peral, la asesina del crimen de la Guardia Urbana

Rosa Peral
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El crimen de la Guardia Urbana es una de esas historias que enganchan y sorprenden al mismo tiempo por la excentricidad de su protagonista: ella es Rosa Peral, y antes de convertirse en asesina fue víctima. Pero empecemos por el principio. 

Rosa tenía 23 años cuando paso a formar parte del 17% de mujeres pertenecientes al cuerpo de la Guardia Urbana de Barcelona. En aquel entonces, ella convivía con Rubén, el padre de sus dos hijas -a quien años más tarde, ya divorciados, trataría de culpar del asesinato de Pedro Rodríguez.

Su vida sexual a 'la luz'

El 23 de febrero de 2008 la vida de Rosa daría un vuelco. Esa tarde había llegado al ordenador de todos sus compañeros de comisaria un correo enviado desde la cuenta de Rosa Peral que contenía una fotografía de la agente practicando una felación.  

Inmediatamente, Rosa trato de denunciar al subinspector Óscar S., con quien había mantenido relaciones sexuales en secreto, pero no obtuvo mucha atención. 

En el juicio, que se celebró nueve años después, cuando ella ya estaba en la cárcel a la espera del juicio por el asesinato de Pedro Rodríguez, Rosa Peral aseguró que Óscar difundió esa imagen para vengarse de ella y que todos la 'vieran como una puta'. Y que, de hecho, funcionó, y fue todo un calvario, porque -siempre según Rosa- a partir de entonces todos comenzaron a alejarse de ella, tanto que tuvo que recibir ayuda psicológica.

Además, explicó que Óscar había tomado la fotografía con su cámara digital y, gracias a que ella le había facilitado sus contraseñas, pudo entrar en su correo y enviarla a todos sus compañeros.

El acusado le daba la razón en una cosa: durante sus encuentros ambos se habían tomado fotografías en numerosas ocasiones, sin embargo, afirmaba no ser él quien aparecía en la fotografía, y aseguraba 'no reconocer ese pene como mío'. A lo que Rosa discrepaba, asegurando que Óscar tenía una cicatriz 'particular' en la zona que lo hacía indudable.

La conclusión del juzgado fue que no existían pruebas suficientes que apoyasen la acusación, por lo que se absolvió al subinspector. 

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