La ayuda nunca es suficiente

Esta semana hemos sido testigos de imágenes desgarradoras del terremoto en Marruecos y de las inundaciones en Libia, donde miles de personas han perdido la vida y las cifras de desaparecidos no han dejado de crecer.

Mientras veo consternada las imágenes en los medios y con una profunda solidaridad a las poblaciones afectadas, el corazón me lleva a pensar, también, en otros muchos países del mundo que sufren los efectos de crisis humanitarias. Y de cómo la mayor parte de las veces estas recaen con mayor fuerza en las personas que viven en situación de desigualdad o pobreza; las mujeres, los niños y niñas, personas ancianas así como otros colectivos en situación de vulnerabilidad son generalmente quienes se llevan la peor parte.

En este año 2023, según datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) el número de personas a nivel global con necesidades de protección y asistencia humanitaria alcanzará los 363 millones; una cifra récord, fruto de los impactos cada vez más frecuentes y profundos del cambio climático, los conflictos, la inflación de los precios de los alimentos y del combustible, entre otros.

La cifra –que nos interpela a todos como habitantes del mismo planeta– es tan abrumadora que solo deja espacio para pensar en cómo poder ampliar la ayuda para que alcance a responder a las necesidades de las personas que más lo necesitan.

Es urgente contar con el compromiso de los gobiernos y estrechar los lazos de solidaridad y de cooperación, reforzando la acción humanitaria, para sumar los esfuerzos necesarios hacia la construcción de un mundo más igualitario y en paz. Tenemos 363 millones de razones.