
Cada año se repite la misma escena, el presidente del Tribunal Supremo -en esta ocasión en funciones- aprovecha el inicio del curso judicial para desnudar la situación de los tribunales y la poca colaboración política para solucionar un problema tan enquistado que pasamos por delante de él y ya como si nada. La protesta de ayer fue más disimulada que otras ocasiones, y tampoco se habló de la gran estrella ausente: esa amnistía que solicita Puigdemont para investir a Sánchez y a la que el presidente en funciones empieza a buscar encaje, como sea, en el molde de la Constitución.
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