Mientras nuestros políticos deshojan la margarita de las posibles investiduras, nuestros niños y niñas acuden de nuevo a las aulas. Lo hacen coincidiendo con las movilizaciones organizadas por algunos sindicatos de profesores y la promesa del Govern de invertir más en educación, si los futuros presupuestos de la Generalitat lo permiten.
Las televisiones cubren el evento; las cámaras recogen la llegada de los alumnos a los centros docentes y el ir y venir de padres, madres y abuelos. Aparentemente, todo fluye, pero el tema, como la Luna, tiene su cara oculta.
El alto coste de los libros y del material escolar, imprescindible para la vuelta a clase, es para muchas familias un serio problema económico. La inflación ha disparado el coste de los libros hasta un 5% más que el curso anterior; los cuadernos, carteras, calzado, ropa y otros materiales ya rozan de media el 12% de aumento. La ayuda de 100 euros para material escolar no resuelve el problema a los más necesitados.
La preocupación de las familias se dispara si a ello añadimos el aumento de precio de los menús en los comedores escolares. En este sentido, urge aumentar el número de becas comedor, racionalizar y facilitar el acceso a las mismas, como proponen algunas ONG. Nuestras autoridades políticas, pensando estratégicamente, deberían soltar algunos millones de euros adicionales al tema.
Sirva como recomendación la máxima de Benjamín Franklin que decía: "Una inversión en conocimiento es la que paga el mejor interés".
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