El BCE advierte de que retrasar la transición verde dispararía los precios de la energía a niveles de inicios de la guerra de Ucrania

La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde.
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde.
RONALD WITTEK / EFE
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde.

El Banco Central Europeo (BCE) tiene muy claro que el coste de empezar cuanto antes la transición verde supera con creces el riesgo de dejar las cosas para el último momento. El supervisor bancario ha presentado este miércoles un estudio en el que analiza con gran detalle los efectos que tendrá para la economía la adaptación de empresas y hogares a un ecosistema sin emisiones contaminantes. Entre las ideas que mejor resumen la situación, un dato: demorar la transición ecológica tres años y concentrar los esfuerzos en la segunda mitad de esta década podría enfrentar a consumidores y empresas a precios energéticos como los que se vivieron en los inicios de la invasión de Ucrania.

En su estudio, los investigadores del BCE plantean tres escenarios distintos a los que se podría enfrentar la economía de la eurozona en su camino por reducir a cero las emisiones contaminantes. El documento se centra en analizar las consecuencias que tendría cada uno de ellos a corto-medio plazo (hasta el año 2030). 

El primero de ellos es el más optimista. Se trataría de una transición acelerada, en la que empresas y hogares se vuelcan desde el principio en alcanzar los objetivos. El segundo pasaría por retrasar la transición hasta 2026, pero con un arreón final que lograría compensar la demora en el comienzo y cumplir el objetivo de emisiones para 2030. Eso sí, con un esfuerzo y un coste más elevados. Finalmente, un tercer escenario plantea una transición que también se demora tres años, pero que sería más suave y menos costosa. En cambio, el incremento de la temperatura del planeta se iría a los 2,5º C a final de siglo, con las consecuencias potencialmente catastróficas que eso podría acarrear.

Los investigadores del BCE concluyen que el primer escenario —en el que se actúa de una manera inmediata y decidida— traería beneficios significativos a empresas, hogares y el mercado financiero. Los costes y la inversión iniciales serían más elevados que en las otras dos sendas, pero se amortizarían antes. Esto permitiría a familias y compañías reducir su coste energético más rápido que en los otros dos escenario. La idea es soportar un mayor golpe al principio, para lograr después un mayor ahorro a medio plazo.

El BCE tiene muy claro que este primer escenario es, indudablemente, el más deseable: "cuanto más rápida sea la transición ecológica, menor será el riesgo financiero y menor apoyo público será necesario para mitigar los costes", señalan. "Es preferible una transición acelerada que un empujón de última hora", resumen.

Esto nos lleva al segundo escenario, aquel en el que la transición se retrasa tres años, pero la demora se compensa con un esfuerzo mayor a mitad de década. El BCE cree que en esta tesitura, ciudadanos y empresas se enfrentarían a unos precios energéticos "como los que se vieron al inicio de la invasión rusa de Ucrania". Algo que produciría "un severo deterioro" en la rentabilidad de las empresas que más dependen de la energía para producir. Conviene recordar que en marzo de 2022, el precio mayorista de la electricidad alcanzó los 283 €/Mwh, el triple de lo que se registró el pasado agosto. 

Bajo este supuesto, la economía saldría debilitada, lo que acarrearía mayores pérdidas para los bancos. Además, este sobreesfuerzo implicaría un mayor nivel de endeudamiento, lo que aumentaría la vulnerabilidad financiera y el riesgo crediticio.

Finalmente, la tercera opción —una transición suave y con un retraso de tres años— implicaría un nivel de riesgo económico e inversión similares al de una adaptación acelerada e inmediata. Sin embargo, esta adaptación más progresiva se haría a costa de agravar aún más la amenaza física que supone el cambio climático. Un mayor aumento de la temperatura global a final de siglo se asocia con desastres naturales más severos a largo plazo, con las evidentes consecuencias sobre la economía que ello tendría.

Eso sí, independientemente de cuál sea el escenario, habrá empresas que sufrirán más las consecuencias que el resto. La industria manufacturera, la minería, o las suministradoras de electricidad, agua o gas serán los sectores más perjudicados por su mayor dependencia de energías sucias. 

El sistema financiero también se verá afectado. El BCE estima que en un escenario como el actual, el banco promedio sufrirá unas pérdidas un 25% superiores en 2030 en comparación con las registradas el año pasado solo por las consecuencias indirectas de la transición. Además, las entidades más expuestas son los grandes bancos de importancia sistémica —aquellos cuya quiebra pondría en dificultades el sistema financiero mundial—. 

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