50 aniversario

El bombardeo a La Moneda, un golpe de Estado que marcó el siglo XX y acabó con el sueño de Salvador Allende en Chile

El bombardeo a La Moneda, un golpe de Estado que marcó el siglo XX y acabó con el sueño de Salvador Allende en Chile
El bombardeo a La Moneda, un golpe de Estado que marcó el siglo XX y acabó con el sueño de Salvador Allende en Chile
El bombardeo a La Moneda, un golpe de Estado que marcó el siglo XX y acabó con el sueño de Salvador Allende en Chile
El bombardeo a La Moneda, un golpe de Estado que marcó el siglo XX y acabó con el sueño de Salvador Allende en Chile
Atlas

Pasaban las 7:55 de la mañana del 11 de septiembre de 1973. El presidente chileno, Salvador Allende, ataviado con un casco militar, un chaqueta oscura desabotonada y sus características gafas negras de pasta, se dirigía a la nación a través de las ondas de radio. 

"Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandatado que el pueblo me diera, defenderé esta Revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Solo acribillándome a balazos podrán impedirlo".

En silencio, una veintena de personas le observaban. Los minutos pasaban y los militares chilenos apostados frente al Palacio de la Moneda disparaban constantemente. Desde dentro, en un intento en vano de defenderse, se respondía al fuego. El golpe de Estado, con el general Augusto Pinochet a la cabeza, culminaba lo que se había intentado durante tres años: acabar con las políticas económicas de Allende e impedir a toda costa que esa vía pacífica del socialismo triunfara.

Una hora después, un nuevo mensaje salía del asediado palacio presidencial. Eran las 9 de la mañana y la esperanza de salir con vida de aquel lugar se desvanecía. Los intentos de encontrar unidades militares dispuestas a enfrentarse a los golpistas y defender La Moneda no daban sus frutos. 

"En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen, pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen". 

La Unidad Popular de Allende que tres años atrás había ganado las elecciones con una histórica unión de la izquierda chilena pasaba sus últimos momentos entre aquellos muros. Desde la victoria electoral de 1970 la oposición política y militar había dejado claro que no dejaría operar a aquel Gobierno. 

¿Un mandato boicoteado?

Entre el día de las elecciones y el de la ratificación en el Congreso Nacional, se intentó evitar a toda costa que Allende llegara al poder. Primero a través del parlamento. Y, cuando esto no funcionó, a través de las armas. El 22 de octubre de 1970  un grupo de extrema derecha financiado y armado por la CIA asesinaba al general René Schneider, comandante en jefe del Ejército que había dicho antes de la votación que los militares debían respetar el resultado de las elecciones. Allende terminaría asumiendo el poder, pero el mensaje se había mandado: no sería fácil gobernar. 

Augusto Pinochet (I) escolta al nuevo presidente Salvador Allende el 4 de noviembre de 1970.
Augusto Pinochet (I) escolta al nuevo presidente Salvador Allende el 4 de noviembre de 1970.
Thomas Billhardt / Camera Work /EFE

Tras conseguir la banda de presidente, puso en marcha un fuerte cambio de la estructura productiva y económica del país. Recuperar las grandes minas de cobre (en manos estadounidense); una reforma agraria que acabara con el latifundio; y nacionalizar la banca y los monopolios industriales. Además, centró buena parte de su política social en dar acceso a la educación y la sanidad, en un país donde existían fuertes desigualdades.

Rápidamente tanto la oposición como los latifundistas y ciertos gremios afectados por estas políticas pusieron en marcha las medidas necesarias para frenar la economía. No sin la ayuda de actores externos. La producción cayó y el Gobierno de Allende no supo reaccionar con agilidad, agravando todavía más el problema. La semilla para lo que llegaría en 1973 se había plantado.

"Hacer aullar la economía chilena"

A las 9 y 20 de la mañana Allende ya sabía que no saldría de La Moneda con vida. Consciente del momento, tomaría una vez más el micrófono que le conectaba con el exterior y haría su última alocución; donde quiso recordar que aquella situación no era exclusivamente un complot interno

"El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que le enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios".

El sabotaje de Estados Unidos había comenzado desde los primeros días de Gobierno. Fue el propio presidente de EEUU, Richard Nixon, el que pidió "gastar lo necesario" para "hacer aullar la economía chilena". Washington decretó un bloqueo económico, afectando a las industrias chilenas, que se alimentaban de repuestos estadounidenses. En 1972 el problema se agravó y la crisis acabó con un paro patronal de transportistas que paralizó parte del país.

A esto se unirían los millones de euros que EEUU gastó en financiar a la derecha chilena, la prensa opositora y a grupos extremistas. Uno de ellos fue el Frente Nacionalista Patria y Libertad, una organización paramilitar fascista que buscaba acabar con el Gobierno de la Unidad Popular. Y que asesinó en julio del 73 al comandante Arturo Araya Peeters, asistente militar de Allende.

El Ejército, ante la estocada final

Estas tácticas de desestabilización a las que contribuyó la económica y la polarización política (en un contexto histórico convulso en medio de la Guerra Fría) fueron el caldo de cultivo para que el rumor de un golpe pareciera algo inevitable. Y el encargado de ejecutarlo sería el Ejército.

"La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieran"

Semanas antes del levantamiento, Allende tuvo que aceptar la dimisión del entonces Comandante en jefe del Ejército de Chile y recientemente nombrado ministro de Defensa Carlos Prats. Este general había conseguido sofocar un intento de golpe de Estado en junio de ese año, el conocido como Tanquetazo. Sin embargo, Prats, afectado por problemas de salud, sufrió una campaña de asedio psicológico que le llevó a renunciar.

En aquel momento el seno del Ejército bullía entre los favorables a acabar con Allende por la fuerza y quienes respetaban la Constitución. Para sustituirle, Prats recomendó por jerarquía a Augusto Pinochet, ya que creía que este podría llamar a retiro a los golpista. Finalmente no fue así. Y la traición de Pinochet resonó a las 9 y media en las últimas palabras del presidente chileno. 

"Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo, siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a los trabajadores. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse (...). Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".

Salvador Allende fotografiado el día del golpe.
Salvador Allende fotografiado el día del golpe.
Getty Images

Al mediodía, cuando los bombardeos hacían imposible permanecer allí, Allende obligó a todos los presentes a salir y entregarse. El presidente se retiró a una sala, donde tomaría el AK-47 que tiempo atrás le había regalado Fidel Castrose apuntaría a la cabeza y dispararía. Todo había terminado. Y esa certeza de la que hablaba en sus últimos instantes resuenan ahora como un deseo no cumplido. Cincuenta años después, el país continúa dividió sobre lo que supuso la época de Allende, el golpe militar y los años de dictadura de Pinochet; incluida la represión y los asesinatos de Estado que se cuentan por miles. 

"Yo justifico el golpe militar", afirmó en julio de 2023 el diputado chileno Jorge Alessandri. Los negacioncitas del levantamiento militar siguen presentes en el país y con la llegada del presidente Gabriel Boric, apoyado por la izquierda latinoamericana e internacional, se ha vivido un resurgimiento de la polarización política. Y su punto de fricción histórico es el golpe de 1973. Ese que este lunes, entre temor y orgullo, conmemora su cincuenta aniversario. 

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