OPINIÓN

Doscientas mil personas

Según la OCU, son tres los colectivos que más accidentes sufren: los niños menores de cinco años, los ancianos mayores de 65 años y las personas empleadas en las tareas del hogar, donde la mayoría son mujeres mayores de 45 años.
Unas 800.000 personas sufren en España demencia.
Pixabay/sabinevanerp
Según la OCU, son tres los colectivos que más accidentes sufren: los niños menores de cinco años, los ancianos mayores de 65 años y las personas empleadas en las tareas del hogar, donde la mayoría son mujeres mayores de 45 años.

Alejandro Palomas escribía en 2021 que en el proceso de la enfermedad de su madre (una demencia vascular que no admitía intromisiones, ni de amor filial, ni de buenos deseos, ni de otra cosa que no fuera su propia devastación progresiva) supo que unas 800.000 personas en España sufrían demencia, y se preguntaba dónde estaban: dónde se ocultaban, donde habitaban, quien los cuidaba, qué olvido dentro del olvido alcanzaban. 

Se diría que esos centenares de miles de personas son únicamente sombras hasta que una de ellas nos roza, hasta que llega un diagnóstico que los nombra o urge una solución buscada a tientas.

Es entonces cuando se toma una tímida conciencia de la inmensidad del problema, de la abrasión que supone esa enfermedad en la familia, en los cuidadores, en su entorno, en sus ahorros.

Con una especie de estupefacción incrédula se entienden las frases que otros formularon, los consejos que provocan una conmoción en lo cotidiano y el inicio de una existencia completamente diferente a la anterior.

Muchas de esas personas llegan a ese punto solas: casi doscientas mil personas mayores de 70 años en España viven por su cuenta, algunas en una soledad buscada, otras porque la familia, si la hay, siguió su camino, por divorcios o viudedad, porque la vida es así y va despojando de lo que prometió a veces sin ni siquiera haberlo otorgado. 

Algunos estudios indicaban que la existencia de un buen amigo con el que charlar de vez en cuando alargaba la vida humana. La importancia que la sociedad mediterránea otorga a la familia causa que cuando esta no extiende su protección a un individuo corra un mayor riesgo de no tener tampoco amigos: o el qué dirán, la dificultad de confiar en otros, las dificultades físicas o la timidez, o la barrera generacional, tan exacerbada en estos años… 

Es importante, cuídenlos, búsquenlos. Un amigo, una amiga, no ya en el infierno, sino para salir de él.

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