Se cumplen 150 años de la primera edición de 'Una temporada en el infierno', obra cumbre de Arthur Rimbaud

Arthur Rimbaud.
Arthur Rimbaud, poeta maldito y excelente escritor.
Arthur Rimbaud.

Podríamos decir que Arthur Rimbaud se autoeditó. Como muchos escritores actuales, el poeta nacido en Charleville, en las Ardenas, Francia, en 1854, tuvo que pagar por la impresión de Una temporada en el infierno

Fue su madre, Marie-Catherine-Felicité, quien financió el folleto de unas 50 páginas. El impresor Jaques Poot et Cie se quedó con el grueso porque faltaba una suma por pagar. Cuando discutieron, Rimbaud le pidió cinco ejemplares para que los viera su madre, que según dijo, estaba esperándole en el hotel. Prometió volver aquel mismo día con el dinero. Nunca regresó. El dinero de su madre debió terminar en otro lugar, tal vez en los bares.

El libro que habría de cambiar el rumbo no solo de la poesía, sino también de la narrativa y de otras artes como la música, permaneció prácticamente oculto hasta que apareció por casualidad en un sótano húmedo en 1901. Y cambió el rumbo de la cultura occidental.

La modernidad del texto no radica solo en las circunstancias que envuelven su publicación, sino en su fondo. Arthur Rimbaud inauguró el verso libre, el simbolismo, fue un poeta de lo profundo, y fagocitó a los surrealistas quienes a partir de 1920 lo convirtieron en un mesías. La obra nos enfrenta a la urbe con imágenes delirantes, En las ciudades el fango se me aparecía súbitamente rojo y negro, como un espejo cuando la lámpara circula en la habitación contigua, ¡cual un tesoro en el bosque!, escribe Rimbaud con 19 años.

Obras completas del poeta francés.
Obras completas del poeta francés.
CEDIDA

Poeta vidente, padre de otros visionarios como Luis María Panero, Lovecraft o Ezra Pound. Mucho se ha hablado de su influencia en la Generación Beat: se tiende a citar a Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso… ¿Pero qué hay de las mujeres? La respuesta que dio Corso en 1994 a la pregunta de por qué no se tendía a incluir mujeres en el movimiento, es esclarecedora: “Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, pero sus familias las encerraban en manicomios, se les sometía a electorshock. En los 50, si eras hombre podrías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas”. La poeta Denise Levertov (1923 -1997), por ejemplo, reconoció en varias entrevistas la influencia de Rimbaud y Baudelaire en su obra. No es la única.

Verdaderas irreverentes fueron Diane di Prima, Leonore Kandel, Elise Cowen, o Hettie Jones. Como Rimbaud, estas escritoras escandalizaron a la sociedad y a sus familias con su arte y su estilo de vida.

Quizá otra mujer de la que beben muchas poetas actuales que debería figurar en la lista de escritoras marcadas por el rimbaudismo es Alejandra Pizarnik (No quiero ir / nada más / que hasta el fondo), cuya poesía se ha intentado explicar muchas veces aludiendo solo a su biografía, cuando los valores en los que se asienta van más allá. Pizarnik se inscribe en una tradición. Para la argentina, el poeta –como dejó escrito Rimbaud en una carta dirigida a Paul Demeny– debía ser un vidente. Pizarnik, Poeta con mayúscula como Rimbaud, también saboreó el néctar amargo de la belleza.

Pizarnk, heredera del rimbaudismo.
Pizarnik, heredera del rimbaudismo.
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El silencio de Rimbaud, como en el siglo XX el de Eliot después de Cuatro cuartetos o el de Juan Rulfo después de Pedro Páramo, es un enigma que ha dado de comer a cientos de críticos. Su único texto autorizado, el único que publicó queriendo fue Una temporada en el infierno. Los poemas de Iluminaciones se los confió a Verlaine, su amigo y amante, en su último encuentro en Stuttgart.

El primer poeta en prosa, el primer surrealista abandonó el alcohol y otras drogas y también la poesía para comerciar con armas. Rimbaud quiso ser rico y se hizo contrabandista. Se convirtió al catolicismo y dejó de escribir poesía al considerarla una forma de locura.

En vida, no fue comprendido. Y cuando Rimbaud falleció en Marsella en noviembre de 1891, su hermana Isabelle no sabía que había sido poeta. Como le ocurrió a José María Fonollosa (Barcelona, 1922- 1991), que pasó treinta años sin publicar nada hasta que Pere Gimferrer descubrió y editó Ciudad de hombre: Nueva York, un poemario que también cambió las reglas de juego en la poesía en España. Fonollosa no cató el éxito: su primera recopilación poética apareció en 1900 y él murió poco más de un año después. 

Fonollosa, escritor ignorado y alejado de modas, se convirtió sin saberlo en el poeta con más reediciones en los noventa. Es decir, no solo en el fondo se parece a Rimbaud. Recuperemos también al vasco Juan Larrea (1895 -1980), el poeta más ignorado en vida del 27. No se le reconoció hasta la edición de Versión celeste en 1970 en el sello Barral. Y al salmantino Aníbal Núñez (1944- 1987), otra hermosa rara avis, que también bajó a las profundidades. Otro rimbaudista, Albert Pla, publicó Supone Fonollosa, un álbum en torno a poemas del escritor catalán

Fonollosa  es el poeta más reeditado de los 90.
Fonollosa es el poeta más reeditado de los 90.
CEDIDA

Son tantos los músicos que han reivindicado Una temporada en el infierno de Rimbaud que con solo citarlos llenaríamos todo este reportaje. Después de todo, Rimbaud inauguró la estética moderna. Cuando Baudelaire escribió Las Flores de Mal los poetas iban arreglados y perfumados. Rimbaud, poeta maldito, se dejó el pelo largo y provocó con sus harapos, con su pinta de Diógenes. El vicio como conquista de la libertad.

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