Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Daniel Sancho: el crimen del verano

Según apuntan diferentes medios de comunicación, Daniel Sancho ha sido trasladado este lunes por la policía tailandesa a la isla de Koh Samui y en las próximas horas pasará a disposición judicial. Tras escuchar el veredicto del juez podría producirse su ingreso inmediato en prisión.
Daniel Sancho, en el momento de su detención
Según apuntan diferentes medios de comunicación, Daniel Sancho ha sido trasladado este lunes por la policía tailandesa a la isla de Koh Samui y en las próximas horas pasará a disposición judicial. Tras escuchar el veredicto del juez podría producirse su ingreso inmediato en prisión.

Si a los chavales del instituto les explicasen la Ley de la Gravitación Universal (sir Isaac Newton) con la misma insistencia, vehemencia, despliegue de gráficos, abundancia de pormenores y horas de clase con que a nosotros se nos está contando el macabro crimen de Daniel Sancho en Tailandia, España sería ahora mismo una primera potencia mundial en Física teórica. Hace mucho tiempo que no se veía nada igual.

Hace algunos años los periodistas llamaban a este fenómeno anarrosismo. En alguna parte se cometía una atrocidad, cuando más sangrienta y asquerosa mejor, y las cadenas de televisión organizaban una competición salvaje para llenar horas y horas de programación con todos los detalles del asunto, reales o inventados, ciertos o supuestos. Pasó con el caso de Mari Luz Cortés. Pasó con Rocío Wanninkhof, su madre y Dolores Vázquez. Pasó con el asesinato de los hijos de José Bretón. Pasó mil veces.

Una y otra vez se les metía la cámara en la nariz a los padres, las madres, todos los familiares que pudiesen aparecer, los amigos, los vecinos y el alcalde. Se les acosaba a todos con preguntas muchas veces indecentes, casi pornográficas. Se convocaba en los platós a decenas de supuestos expertos que daban su opinión sobre asuntos de los que, en la mayor parte de los casos, no tenían ni puñetera idea, pero a quién le importaba eso. La televisión olía a cadaverina desde por la mañana temprano hasta la noche, quizá con una pausa para el telediario. Se condicionaba descaradamente a los espectadores para que, en su fuero interno, juzgasen y/o condenasen a los acusados mucho antes de que interviniese ningún juez: la “condena popular” televisiva a Dolores Vázquez, que era inocente, fue brutal. En algunos casos, los familiares adquirían tal notoriedad que aprovechaban para dedicarse luego al espectáculo (caso Alcàsser) o a la política (Caso Mari Luz Cortés).

¿Y todo por qué? Por la audiencia. No había ninguna otra razón. Todo aquel despliegue de medios humanos y técnicos, aquel incesante lagrimeo, aquellas estudiadas caras de duelo y compunción de los reporteros, aquellas interminables y surrealistas tertulias de tanatorio, no tenían más objeto que superar en índice de audiencia a las cadenas rivales. Eso era todo. Eso era lo único que contaba. Los muertos y sus familias importaban bastante menos.

Hay películas de suspense que han triunfado en todo el mundo con un guion muchísimo más pobre

El crimen de Daniel Sancho en Tailandia es, para los adictos a la carroña televisiva, una maravilla. Lo tiene todo: país exótico, protagonista famoso o hijo y nieto de famosos, homosexualidad, descuartizamiento salvaje, hoteles de ensueño, cárceles de pesadilla, restos humanos y vísceras repartidos por todas partes, playas maravillosas. Hasta escena nocturna en barca para deshacerse del muerto… o de alguna de sus partes. Solo faltan los daiquiris. Hay películas de suspense que han triunfado en todo el mundo con un guion muchísimo más pobre.

Y encima estamos en verano, cuando apenas hay nada que contar en la tele como no sea que hace mucho calor. Este es el crimen del verano (ahora que ya no hay canción del verano) y lo vamos a tener hasta en la sopa hasta que pase algo más, puede que ya en septiembre. Esa es la única parte útil del asunto: que los políticos podrán dedicarse a negociar la investidura en paz y sosiego, sin que nadie les incordie. El ojo de la tele, que se parece mucho al ojo de Sauron, está ahora mismo mirando a Tailandia. A ver lo que dura.

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