Los nematomorfos, unos gusanos parasitoides que son capaces de inducir al suicidio a los organismos donde llegan, tienen muchas otras cualidades increíbles, como que sus genomas carecen de aproximadamente el 30% de los genes de metazoos universales (llamados BUSCOs). Así lo desvela el estudio realizado por un grupo de investigadores en la revista 'Current Biology'.

"Ambos genomas de nematomorfos tienen un número relativamente bajo de genes (11.114 y 8.717, respectivamente) y carecen de una alta proporción (∼30%) de ortólogos de metazoos universales de copia única", manifiestan los científicos. Partiendo de esta base, los expertos demuestran que los genes que faltan no son un artefacto del proceso de ensamblaje -el común alineamiento y mezcla de múltiples fragmentos de una secuencia de ADN-, "ya que la mayoría de los ortólogos que faltan son compartidos por los dos ensamblajes independientes".

"Los BUSCO que faltan están enriquecidos con términos de ontología génica asociados con la organización de los cilios y las proyecciones celulares en otros animales", explican. Por ende, muestran que la mayoría de los genes relacionados se han perdido en estos gusanos, "proporcionando una base molecular para la sospecha de ausencia de estructuras ciliares en estos animales".

¿Cómo y por qué inducien al suicidio a sus huéspedes?

A veces la naturaleza parece superar la ficción. Parecería imposible pensar que un parásito es capaz de hacer que un animal se lance al agua y se ahogue, pero es así. Los nematomorfos, también llamados "pelos de caballo" son un grupo formado por especies de gusanos que son capaces de influir en el comportamiento de un animal para garantizar su propia supervivencia.

¿Cómo ocurre este extraña conducta natural? Hay que partir de la base de que su ciclo de vida es todo un reto, es decir, para mantenerse vivo requiere de unas condiciones muy específicas. Concretamente, el parásito necesita llegar al agua de alguna manera para mantenerse con vida en su vida adulta, pues su ciclo es dual: tierra y agua.

A caballo entre su fase juvenil y adulta, el parásito debe buscar un organismo que le lleve hacia el agua. Normalmente, estos gusanos suelen alojarse en insectos como mantis religiosas, saltamontes o grillos.

Una vez dentro del insecto, necesita hacerle llegar al agua y lo hace apoderándose de las funciones motoras del animal y obligándole a saltar y morir ahogado. Esto lo consigue mediante la producción de sustancias químicas generadas dentro del insecto, que alteran su sistema nervioso. 

Cuando el insecto ya ha fallecido, el parásito sale por su aparato excretor y busca una pareja con la que reproducirse, dando comienzo a un nuevo ciclo. Por lo tanto, sí, se puede considerar que estos gusanos inducen al suicidio, aunque por suerte a los humanos no nos puede pasar. Por ahora.

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