OPINIÓN

Sonidos en peligro de extinción

El cambio climático intensifica y hace más habituales los periodos de sequía, como es el caso del arco mediterráneo.
El cambio climático intensifica y hace más habituales los periodos de sequía, como es el caso del arco mediterráneo.
AIGÜES
El cambio climático intensifica y hace más habituales los periodos de sequía, como es el caso del arco mediterráneo.

Un verano más la lista de sonidos en peligro de extinción no para de crecer. El más amenazado de todos ellos es el del agua. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste el murmullo alegre de un manantial, la cantinela de una fuente, el estruendo de la cascada o el murmullo de la lluvia mansa?

Llámalo cambio climático o déjalo en sequía histórica, pero no pienses que este silencio es normal. Las reservas hídricas de los embalses españoles no paran de descender dramáticamente semana a semana, en una época en la que el calor, el aumento de riegos (y duchas), el turismo (voraz consumidor de piscinas), la sed del ganado y la evaporación disparan su consumo. El silencio acuático se ha convertido en un terrible grito que no queremos escuchar, convencidos de que, pase lo que pase, siempre que abramos un grifo saldrá agua abundante. Pero vete haciéndote a la idea de que no va a ser así.

También se oye cada vez menos el sonido de los animales. La debacle de los insectos es terrorífica. El parabrisas del coche, limpio de mosquitos después de un largo viaje, es la prueba evidente del desplome de sus poblaciones. Por no hablar de la banda sonora de los pájaros, cada vez más débil y monótona.

Otro sonido en vías de extinción es el de la gente cantando. Llevábamos haciéndolo cientos de miles de años para espantar penas o convocar alegrías, pero ya no se escucha cantar al currante en la obra, al campesino en la huerta, al grupo de amigos en la taberna. Hemos sustituido la natural alegría lírica de nuestros abuelos y abuelas por cascos inalámbricos que atruenan los tímpanos, o altavoces portátiles en su peor versión de ruido insufrible.

Ayer, en un bar de Málaga, una amiga colombiana me preguntó entristecida por qué en algunos bares hay carteles que prohíben hacerlo, “con lo lindo que es cantar”. En su país todavía la gente canta.

También hemos silenciado la risa. ¿Por qué ya no lo hacemos públicamente, sonoramente, compartiendo nuestro buen humor con quienes nos rodean? No te rías que no están mirando, parecen señalarnos.

Tanto silencio sobrecoge.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento