Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El dinero que se nos muere

Imagen de la entrada del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania).
Imagen de la entrada del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania).
EFE
Imagen de la entrada del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania).

Es cierto, sin los bancos nuestra vida sería un caos. Tal y como está montado el sistema, las entidades financieras resultan imprescindibles para que todo funcione, y cuando una crisis cuestiona su viabilidad, el universo económico tiembla. Lo vimos en 2008 con la caída de Lehman Brothers y hace poco el mundo del dinero volvió a estremecerse cuando colapsó un banco californiano ligado a las startups que calculó mal sus inversiones. Por fortuna, el propio sistema financiero actuó rápido para conjurar el temible efecto dominó, pero miedo hubo. 

La fortaleza de los bancos es siempre deseable y un buen síntoma de salud económica. En la actualidad, a las entidades financieras en general les va bien. Aunque su actividad es compleja, la base de su negocio no deja de ser la misma que cuando surgieron al final de la Edad Media: coger dinero ajeno en depósito y prestárselo a un tercero con un interés. En ese interés está la ganancia, y cuanto más alto sea más ganan.

El pasado mes de junio el euríbor, que marca el interés de las hipotecas, subió por encima del 4% y se plantó a niveles del 2008, una pésima noticia para las familias y las empresas porque eleva en unos 250 euros al mes la cuota de una hipoteca media. A los bancos, en cambio, les viene al pelo; los beneficios del sector se dispararon en el primer semestre del año un 13% y lo previsible es que en el segundo le vaya todavía mejor. Casi un 40% de las hipotecas son a tipo variable y muchas a tipo fijo se replantearon ya con el euríbor alto. El empeño de los bancos centrales de rebajar la inflación enfriando la economía mediante la subida de los tipos de interés, aunque se va ralentizando, no parece que vaya a revertir a corto y medio plazo, así que la banca tiene por delante una larga temporada de esplendor en la hierba.

Aquellos años en que para animar la economía bajaron los tipos hasta poner al euríbor en negativo fueron malos para la banca y buscaron formas de ingreso alternativas. Fue cuando empezaron a imponer comisiones a sus clientes por cualquier movimiento y cuando pasaron de pagar un interés por el dinero en cuentas corrientes a cobrarles una cuota. Esa práctica, que pudo tener su sentido en aquellas circunstancias adversas para sus balances, es la que se cuestiona que deba mantenerse con unos tipos de interés favorables para el sector pero dañinos para las economías domésticas y empresariales. 

En el conjunto de Europa la subida de tipos ha ido pareja al rédito que pagan las entidades por los depósitos, pero aquí no. Los grandes bancos se resisten a ofrecer retribución alguna por las cuentas y los hay incluso que siguen cobrando por tener nuestro dinero de no cumplir unas condiciones que le convienen a la entidad. Esta ley del embudo explica la euforia que desataron las letras del tesoro a un interés rayano en el 3% y que provocó aquellas colas a las puertas del Banco de España. La falta de entusiasmo de los bancos, incluso por intermediar en la compra de esos activos, y su empeño en desviar a sus clientes hacia los fondos de inversión que ellos manejan contraviene la tradicional cultura ahorradora de los españoles.

Desde el Ministerio de Economía han presionado a la banca para que empiece a repercutir el beneficio de los tipos de interés a sus clientes remunerando los depósitos, pero la banca aduce que les sobra liquidez y que carecen de incentivos para remunerar las cuentas a la vista. Lo cierto es que tanto los depósitos de las familias como los de las empresas se han visto reducidos en los últimos meses. Con la inflación en alto, nadie quiere tener su dinero dormido o clínicamente muerto.

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