Entrevista

Javi Sanz y Juan Enrique Sahuquillo: "La estrella Michelin no pesa, alivia, y además es una superación constante"

Fuera de Contexto Cocineros
Fuera de Contexto Cocineros
Fuera de Contexto Cocineros
Javier Sanz y Juan Enrique Sahuquillo.

¿Qué probabilidad hay de que dos amigos de un pequeño pueblo de Albacete, Casas Ibáñez, compartan el mismo sueño, convertirse en dos chefs reputados con menos de 25 años? Casi mínima. ¿Y qué probabilidad hay de que lo consigan? Pues todavía más pequeña. Pero Javier Sanz y Juan Enrique Sahuquillo son de romper las estadísticas y los moldes porque a esto hay que sumarle dos estrellas Michelin en solo 10 meses y dirigir 5 restaurantes en España.

"La estrella Michelin no pesa, alivia y además es una superación constante", dice Juan. "Hay que trabajar 20 horas al día, lo que pasa es que cuando te gusta lo que haces, no es trabajo", añade Javi. Ese es su truco, el tesón, el trabajo y que se conocen tanto que podrían pasar por hermanos, como esos perros que se acaban pareciendo a sus dueños, comentan entre risas.

Todo comenzó en su pueblo, el germen fue el bar de la familia de Javier. Tomaron el relevo y lo modernizaron. Le llamaron Cañitas Maite, en honor a su madre, pero renovaron toda la carta, haciendo de él algo único en el pequeño mundo rural albaceteño. "Al principio tuvimos que demostrar las cosas, pero nos apoyaron mucho siempre", aseguran.

Apostaron por sus raíces, y lo siguen haciendo, porque allí se encuentra Oba, el restaurante con el que consiguieron la primera de sus estrellas Michelin. "Que nuestro proyecto de vida esté en tu pueblo, con tus raíces, con tu gente, es precioso, tener proveedores a los que conoces desde pequeñito… es todo muy bonito", añaden.

Pero los comienzos han sido duros, hacerse un hueco al principio no siempre es fácil, y menos siendo tan jóvenes: "Ahora ya todo el mundo nos toma un poco más en serio, pero al principio se preguntaban si lo de unos chavales de 22 años era real".

Han crecido admirando a los grandes como Berasategui, Muñoz, Roncero, Aduriz… Aunque ahora ya les llaman por su nombre de pila. "Somos chavales que han crecido viendo a sus ídolos y ahora estamos compartiendo mesa, compartiendo experiencias con gente que nos hemos fijado desde pequeños. Es como si un futbolista de la cantera del Madrid se va a comer con Cristiano Ronaldo", comparan. "A veces la gente que parece más lejana, los más inaccesibles, son los que más hacen, gente con tres estrellas… hay mucho que agradecerles".

Hoy se codean con todos ellos porque cada día se exigen más. Para ellos la cocina es como una orquesta, una partitura donde la concentración tiene que ser máxima para que todo esté en los tiempos y ritmos adecuados, buscan la perfección.

Y preguntado por el plato perfecto… llegamos hasta la croqueta, la suya ganó el Premio Madrid Fusión: "La croqueta es el plato más complicado… son tantos pasos tan meticulosos, tantos detalles, los pequeños detalles hacen las grandes cosas, el corte de jamón, diámetro exacto de la olla, la leche con la grasa exacta, hay 50 factores que intervienen".

Estos detalles les han convertido en lo que son hoy, un maridaje perfecto. Como el que firman con cócteles de Torres Brandy en el restaurante Cebo en Madrid, otro de sus proyectos gastronómicos. Nos despedimos brindando con la piscina del Hotel Urban de fondo, porque si algo han demostrado en tan poco tiempo, es que son de los que se mojan.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento