BBC. 6 de julio de 1972. Una mano toca las cuerdas de una guitarra azul. El estado de ánimo colectivo está a punto de brincar. El suspense de tal imagen empieza a fundirse en el primer plano de un ser de pelo naranja.
La cámara, inquieta, se empieza alejar. Como preguntándose quién es. La intriga da paso al contexto. Es David Bowie. Con su mono dorado de colores. Con sus botas de boxeo de colores. Con sus dos ojos, de dos colores. Y la audiencia se queda pasmada ante la pantalla, y sus colores.
En un tiempo en el que la testosterona bélica se había canalizado en la carrera espacial, un pequeño plató del Television Centre de la BBC se colocaba en el centro del mapamundi para gritar que hay otros mundos. Y están en este.
"There's a Starman waiting in the sky. He'd like to come and meet us. But he thinks he'd blow our minds". David Bowie estaba estrenando Starman en el mítico Top of the Pops, el gran programa de música de la historia británica. Era una semana como esta, pero de los primeros años setenta. Cuando ni había Youtube ni grabadores domésticos de vídeos VHS. No quedaba otra que sentarse delante de un electrodoméstico llamado TV para dejarse descubrir. Y concentrarse bien, pues quizá ese momento no podrías revivirlo más que a través de la fantasía de tu memoria.
El propio David Bowie aprovechó su oportunidad, la oportunidad. Cantó complice con su banda, pero entendió con ingenio las liturgias televisivas y, como los grandes intérpretes, no dejó de buscar con la vista las cámaras para, también, cantar a la sociedad. Incluso apuntándola con su dedo índice. Es el gesto de inflexión de la primera vez de Starman, que inspiró a tantos dentro y fuera del arte. Nos decían de pequeños "es de mala educación señalar", pero a veces hay que romper los protocolos instruidos. Bowie lo hizo, increpó dulce, desafió seductor: movilizó señalando a la cara y, a la vez, a la contra(corriente).
Aquel movimiento de dedo índice resonó en la audiencia a un "Te elijo a ti". Te llamo a ti. Los raros se sentían menos raros. Ahora también estaba David Bowie. Ahora alguien les escogía en una cultura de rechazos. Y les escogía entonando un "deja que todos los niños bailen".
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