Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El retorcido atrincheramiento de los derechos humanos

La lona de Vox contra el feminismo, el movimiento LGTBIQ+ y la Agenda 2030.
La lona de Vox contra el feminismo, el movimiento LGTBIQ+ y la Agenda 2030.
VOX / TWITTER
La lona de Vox contra el feminismo, el movimiento LGTBIQ+ y la Agenda 2030.

Tenemos un problema. Todo parece que se ha ido atrincherando. Hasta los derechos humanos se están retorciendo como si fueran cosa de ideologías extremas. Cuando los derechos humanos nos protegen a todos, seamos como seamos. Incluso a aquellos que se asustan si la convivencia es más sana por igualitaria.

España es uno de los países más tolerantes con las minorías que, tradicionalmente, han sido vulnerables por oprimidas y estigmatizadas. Ciertos prejuicios fueron desapareciendo porque nos fuimos conociendo todos, también gracias a referentes públicos que se mostraron en los medios de comunicación. Entonces, la empatía desactivó miedos irracionales. Eran sólo fruto de la tragedia del desconocimiento.

Sin embargo, en los últimos tiempos y quizá con ayuda de la velocidad  con la que devoramos las redes sociales, los derechos humanos se han colocado donde nunca se pueden poner: a debate.

No se puede polemizar con algo que no es debatible. En cambio, se hace constantemente. Como si se pudiera estar a favor o en contra de personas según su sexualidad, raza, identidad o género. El maltrato se intenta simplificar, reduciéndolo a doctrinas de imposiciones ideológicas. 

Enciendes la tele y ves cómo se culpabiliza a la víctima de una violación, entras en Twitter y observas cómo se legitiman los insultos LGTBIfóbicos, paseas por la calle y un partido tira a la papelera a colectivos de personas que conforman la sociedad como proclama electoral. Siempre hay alguien que justifica la marginación, el insulto y anima a que existan ciudadanos de primera y de segunda. Tras años en los que, al menos, parecía que se había conseguido que el odio causara vergüenza, ahora de nuevo se reivindica. La solidaridad salta por los aires, alimentar el egoísmo se convierte en el valor fundamental y retrocedemos como sociedad enfurecida que no instruida.

La comunicación de los derechos humanos ha pinchado. Los logros sociales de los que se beneficia la sociedad en su conjunto se han colocado en el centro mediático con una entonación que suena a imposición. Así, de repente, personas que siguen siendo vulnerables se han transformado en antagonistas útiles para algunos. Una perversidad que, por ejemplo, está sufriendo el colectivo transexual. Sus avances en derechos no afectan al resto de ciudadanos, pero se manosean, tutelan, cizañean y discuten hasta hacer que lo parezca.

Como todo se narra como si todo fuera una rencorosa riña, se termina desvirtuando la esencia de los derechos humanos y se acaban cosificando en una antipática proclama asociada a una religión política. La gresca otorga viralidad y visibilidad, pero además deja los derechos humanos enquistados en la banalidad del mitin frentista en el que, al final, terminan perdiendo los de siempre: las personas vulnerables. De nuevo, tratadas como calderilla a canjear. 

Mostrar comentarios

Códigos Descuento